La expresión más virulenta y descarnada del fascismo en Venezuela, la encontramos enquistada y haciendo práctica política en los medios de difusión, tanto impresos como audiovisuales, siendo tal el bombardeo mediático ejercido, que ha llevado su audiencia a confundir la realidad, es decir, disociándolos, haciéndoles creer que la simiente fascista se encuentra encarnada en Hugo Chávez y en quienes lo acompañamos en este proceso revolucionario.
Por considerar de altísima importancia el conocimiento y reconocimiento de las actitudes y de las personalidades fascistas y para enfrentar sus mensajes y orientar a nuestros compatriotas, presentamos el siguiente trabajo que es una traducción parcial realizada por Gustavo J. Mata, (gmata@telcel.net.ve) del artículo “Fascism, anyone? de Laurence W. Britt. Versión en la red de esta traducción: http://zamora.fs.usb.ve/fascismo.html.
El autor, Laurence W. Britt, estudió y analizó los siguientes regímenes dictatoriales: la Alemania nazi, la Italia fascista del Orden Nuovo, la España falangista y sombría de Franco, el Portugal del Estado Novo de Salazar, la Grecia de los Coroneles de Papadopoulous, el Chile fascista y criminal de Pinochet y la Indonesia del genocidio de Suharto. El análisis de estas maquinarias asesinas, revela catorce hilos comunes que se unen dentro de los patrones reconocibles de comportamiento nacional y abuso de poder de los fascistas, tanto en lo político como en lo social.
Nos hemos tomado la licencia de realizar a cada uno de estos hilos, una pequeña reseña política, con la que pretendemos ubicar a nuestros lectores en la realidad venezolana. Estas observaciones aparecen a continuación de cada ítem, destacadas en bastardillas.
1.- Expresiones exageradas y continuadas de nacionalismo ramplón. Desde el despliegue preponderante de banderas y estandartes, hasta los siempre presentes prendedores de solapa, el fervor por demostrar un nacionalismo patriótico era siempre evidente; de parte del régimen y de parte de los ciudadanos cautivados por su frenesí. Slogans contagiosos, orgullo por lo militar y exigencias de unidad nacional eran temas comunes en la expresión de este nacionalismo, que normalmente estaba acompañado de una sospecha hacia lo extranjero que bordeaba en la xenofobia.
• La expresión de los fascistas venezolanos de orgullo por lo militar, se trastocó debido al profundo respeto y liderazgo que el presidente Chávez tiene dentro de la Fuerza Armada —con las excepciones que salieron a flote— y la incompatibilidad de actitud y pareceres del soldado venezolano con los estratos fascistas. Esta incompatibilidad llevó a la oposición recalcitrante, a extraviarse en la realidad, al suponer que tenían ascendente sobre nuestros militares y que al no ser así, desembocaron en un infantil caso de frustración sicológica, colocando al sujeto de culto o adoración como blanco de insultos y vejámenes. Tal es el caso de las pantaletas y los calificativos de cobardones y gallinas.
Otra analogía, la encontramos en el uso exagerado de la bandera nacional en sus marchas y reuniones, en las que además de cambiarles su profundo color azul por el lúgubre color negro, tan preferido por los fascistas, les serve para aumentar el bulto visual necesario para la propaganda. También, sus trillados mensajes de “con mis hijos no te metas” y “aquí cabemos todos” como exigencias de unidad.
2.- Desprecio por los derechos humanos. Los regímenes en sí asignaban poco valor a los derechos humanos y los consideraban como obstáculos en el camino de los objetivos de la élite dominante. Por medio del uso ingenioso de la propaganda, se llevaba a la población a aceptar las violaciones a los derechos humanos: las víctimas del abuso eran marginalizadas y hasta demonizadas. Cuando el abuso era flagrante, la táctica utilizada era el secreto, la negación de los hechos y la desinformación.
Es patética la violación de los DD. HH., por parte de las personas o grupos políticos con tendencias fascistoides, esto lo vivimos con gran crudeza durante el golpe de abril de 2002. Otra demostración de estas violaciones, las encontramos en sus actitudes peyorativas y excluyentes al denominar a la masa pobre, como marginales, desdentados o patas en el suelo, para agregar que ese problema se resuelve “moliéndolos”.
3.- Identificación de enemigos y chivos expiatorios como bandera unificadora. Entre los hilos que unen a estos regímenes, el más significativo es el uso que hicieron de chivos expiatorios que servían para desviar la atención de otros problemas, para imputarles la culpa de las dificultades y para canalizar la frustración en direcciones controlables. Los métodos típicos utilizados a este fin, la propaganda incesante y la desinformación, eran, en general, efectivos. A menudo se incitaban actos “espontáneos” contra los chivos expiatorios escogidos. Estos eran usualmente comunistas, socialistas, liberales, judíos de todas las sectas, minorías étnicas y raciales, enemigos nacionales tradicionales, miembros de religiones minoritarias, seglares y homosexuales. Quienes se oponían activamente a estos regímenes eran etiquetados como “terroristas” y tratados como tales.
Esta actitud fascista, quedó evidenciada durante las jornadas pre y postgolpe de 2002, cuando tildaban de asesinos a diversos líderes afectos al proceso revolucionario y haciendo llamados de denuncia y caza. También, los arteros ataques mediáticos en contra del C.N.E., y hacia algunas de sus autoridades, presentándolos como los causantes de todos los males y desvaríos de la oposición, aunado a la desinformación y tergiversación que desde los medios de difusión, realizan acerca de los logros del gobierno.
4.- Supremacía de lo militar o militarismo vehemente. Las élites gobernantes se identificaban estrechamente con la infraestructura militar e industrial que las sustentaba. Una proporción exagerada de los recursos nacionales era asignada a los militares, aún en presencia de necesidades nacionales críticas. Lo militar era visto como una expresión de nacionalismo y utilizado, en la medida de lo posible, para alcanzar objetivos nacionales, intimidar otras naciones e incrementar el poder y el prestigio de la élite gobernante.
Este punto no se concreta en el escenario venezolano, pues al momento en que nuestra Fuerza Armada abandona el prusianismo y sale a colaborar, identificándose y uniéndose con el pueblo en las diversas Misiones (siniestros, Plan Bolívar 2000, Mercal, etc.) el militar pierde la figura heroica y hierática que le asigna la mentalidad fascista y nuevamente se produce en ellos el estado de frustración, arreciando sus ataques y entre los más sutiles, “vende papas”.
5.- Sexismo descarado. Más allá del simple hecho de que la élite política y la cultura nacional estaban bajo el dominio masculino, estos regímenes inevitablemente veían a las mujeres como ciudadanos de segunda clase. Eran vehementemente antiabortistas y homofóbicos. Estas actitudes estaban usualmente codificadas en leyes draconianas que disfrutaban del fuerte apoyo de la religión ortodoxa del país, que de esta forma cubría y justificaba los abusos del régimen imperante.
Es conocida la actitud desconsiderada de los derechistas hacia la homosexualidad, sin embargo, es notorio, que de los más visibles militantes del partido de la “justicia”, ninguno sea casado o tenga pareja femenina conocida. ¿Será por misoginismo? El fascista por su actitud prepotente al sentirse superior, desconoce el importantísimo papel de la mujer en nuestra historia y en la sociedad, no sólo como líder sino como dadora de amor. Los revolucionarios reconocemos en las mujeres, todos los derechos y prerrogativas que se merecen como seres humanos de libre albedrío y creatividad.
6.- Control de los medios de comunicación masivos. En algunos de estos regímenes, los medios de comunicación masivos estaban bajo estricto control directo y jamás se alejaban de la línea del partido. En otros se ejercía un poder más sutil para asegurar la ortodoxia de los medios. Los métodos utilizados para este fin incluían el control de las licencias y el acceso a los recursos, la presión económica, las exhortaciones al patriotismo y las amenazas implícitas. Los intereses de los líderes de los medios se alineaban en general con los de la élite gobernante. Como resultado, se tenía éxito en mantener al público ignorante de los excesos del régimen.
“Los intereses de los líderes de los medios se alineaban en general con los de la élite gobernante”. Esta frase, tomada del punto anterior, aclaran la actitud virulenta de esa élite frente al presidente Chávez, que al no poderlo dominar y para obtener su sempiterna tajada del erario, tratan de destruirlo por cualquier medio y avalados por su alto poder de comunicación, generan la matriz de opinión de que son hostigados desde el gobierno, trastocando la realidad que es su propia realidad, cuando no pueden saciar sus intereses.
7.- Preocupación obsesiva con la seguridad nacional. De forma inevitable, un aparato de seguridad nacional quedaba bajo el control de la élite gobernante. Este era usualmente un instrumento de opresión, que operaba en secreto y más allá de cualquier limitante. Sus acciones se justificaban bajo la rúbrica de proteger la “seguridad nacional” y cuestionar sus actividades era visto como falta de patriotismo o traición.
Los líderes fascistas venezolanos en funciones de gobierno, al no controlar un aparato de seguridad nacional, crean y conducen pequeños pero peligrosos cuerpos parapoliciales, presentándolos, con jaquetona arrogancia, como “modelos de orden y pulcritud”. Dentro de ese frenesí manipulador por la seguridad pública, llegan a presentar y participar en espectáculos como los “acostaditos” de la plaza Altamira, todo esto enmarcado en la expresión propia del fascista venezolano.
8.- Alianza entre la élite y jerarquía religiosa. En contraste con los regímenes comunistas, los regímenes fascistas nunca fueron acusados de impíos por sus detractores. Por el contrario, la mayoría de estos regímenes se asociaron a la religión predominante y se presentaron a sí mismos como ardientes defensores de la misma. El hecho de que el comportamiento de la élite gobernante contradecía los preceptos de la religión se barría debajo de la alfombra. La propaganda mantenía la ilusión de que las élites gobernantes eran defensoras de la fe y los opositores eran impíos. Se construía la percepción de que oponerse a las élites gobernantes constituía un ataque a la religión.
Las comparaciones del fascismo criollo con este punto, debemos hacerlas de manera personal, porque son tantas las similitudes, que se nos haría interminable la enumeración de los silencios escatológicos que se producen entre ambas ideologías —fascismo y religión— aún teniendo la misma raíz.
9.- Protección del poder de las corporaciones. Aunque la vida personal de los ciudadanos estaba bajo estricto control, la capacidad de las corporaciones de funcionar con relativa libertad no era restringida. La élite gobernante percibía a la estructura corporativa como una forma de asegurar la producción militar y, más aún, como una forma adicional de control social. Los miembros de la élite económica eran consentidos por la élite política para asegurar una continua complementariedad de intereses, especialmente en lo que se refería a la represión de la gente sin medios económicos.
El ejemplo más claro de esta actitud, quedó demostrada en el apoyo y defensa dado por el fascismo nacional a los vendepatria enquistados en la antigua Pdvsa, expresados antes, durante y aún hoy por los mass media, con la complicidad contranatura de la unión obrero-patronal (Ctv-Fedecámaras) en contra del pueblo y especialmente, de los más pobres.
10.- Eliminación o represión del poder laboral. Como las organizaciones de los trabajadores eran percibidas como centros de poder capaces de desafiar la hegemonía política de la élite gobernante y sus aliados corporativos, eran necesariamente aplastadas y despojadas de toda fuerza. Los pobres formaban una subclase marginal, percibida con sospecha y abierto desprecio. Bajo algunos regímenes, el ser pobre era considerado como aún lo consideran algunos, un vicio.
Ligado al punto anterior (nueve), el fascismo penetra a la Ctv a través de su corrupta dirigencia sindical, para desde allí, iniciar sucesivos ataques a todo lo que oliera a mejoramiento de las condiciones laborales y sociales de la clase trabajadora (si el cuánto hay pa’eso no funcionaba), minimizando y desprestigiando, todas las iniciativas que desde el gobierno revolucionario se emprendieran en beneficio de este sector.
11.- Desprecio y represión de los intelectuales y las artes. Los intelectuales y la libertad de ideas y expresión asociados con ellos eran anatemas a estos regímenes. La libertad intelectual y académica era considerada como subversiva de la seguridad nacional y del ideal patriótico. Las universidades eran controladas con mano de hierro. Los profesores políticamente sospechosos eran presionados o eliminados. Las ideas no ortodoxas y expresiones de disenso eran ferozmente atacadas, silenciadas o aplastadas. Para estos regímenes, el arte y la literatura debían servir el interés nacional o de lo contrario carecían de derecho a existir.
Esta reflexión es interesante, porque la condición fascista en nuestra sociedad queda al descubierto en el escenario mediático seudoartístico y creativo, cuando un grupo o élite que se consideraban los guardianes del arte y del intelecto, reaccionan con estrepitosa violencia frente a la revolucionaria manera de ver y llevar la actividad artística al pueblo llano.
La actividad artística cultural, fue —con el auspicio de la burguesía y cierto medio de difusión— secuestrada por un grupo de personas de antagónicos niveles sociales, especialmente por individuos de las clases media y media baja. El apoyo que por interés mercantilista les brindaba la “gran prensa”, hizo creer a estos “pequeños seres” henchidos de vanidad caprichosa, que realmente eran una clase aparte, los ungidos por la gracia divina, los “temirofeo”, que atolondrados unos por un excesivo y empalagoso refinamiento amanerado y otros cubiertos con ridículos y extravagantes trajes, se pretendían, no el jet set, sino la aurora boreal del intelecto y la creatividad. Pero el choque, el gran Bang, les sobrevino cuando como política del Estado desde el Ministerio de la Cultura, se realizó la primera “Mega Exposición” donde se abrieron las puertas de museos y galerías públicas, a todo aquél que tenía gusto o practicaba la pintura, escultura o cualquier otra actividad plástica, porque esta élite con su pensamiento excluyente, pensamiento protofascista, no entendió que los muros de esos museos, galerías y hasta los teatros pertenecen a todos. Esto trajo la ruptura, la separación “real” —porque ya existía virtual— de esta élite de cartón con el pueblo llano, al que en sus conversas intelectuales, llamaban comunes, ordinarios o rústicos. El choque fue de tal magnitud, que lejos de despertarlos para incorporarse a esta revolucionaria manera de practicar el arte, se refugiaron en las descalificaciones propias del que se sabe desplazado, desenmascarado, corriendo a cerrar filas con sus “mecenas” que lo único que les aportaban eran las ilusiones de superioridad.
12.- Preocupación obsesiva con el crimen y el castigo. Casi todos estos regímenes mantenían sistemas de justicia draconianos; la población carcelaria era enorme. La policía era glorificada y tenía poderes casi ilimitados, lo que llevaba al abuso desenfrenado. Los crímenes “normales” y políticos se amalgamaban en acusaciones fraudulentas y se utilizaban contra los opositores políticos del régimen. Se promovía en la población el miedo y el odio a criminales y “traidores,” como excusa para aumentar los poderes de la policía.
Como en otros puntos, la importancia para el fascismo de poseer y regentar medios de difusión, es que a través de enorme penetración para agredir al gobierno revolucionario, desvían, manipulan y tergiversan los crímenes y cualquier acto violento en el participan o les conviene tomar partido, tales los casos Anderson, Faddoul, Sindoni, Aguirre, Piñango, Di Lucca y una larga de etcéteras, en la que las víctimas pasan a ser victimarios.
13.- Corrupción y clientelismo desencadenados. Quienes pertenecían a círculos de negocios y estaban cerca de la élite gobernante a menudo utilizaban su posición para enriquecerse. Esta corrupción funcionaba en dos direcciones: la élite gobernante recibía regalos y propiedades de la élite económica y esta última se beneficiaba del favoritismo del gobierno. Los miembros de la élite gobernante estaban en posición de obtener riquezas enormes de otras fuentes: por ejemplo, mediante el robo de los recursos nacionales. Con el aparato de seguridad nacional bajo control y con los medios enmudecidos, esta corrupción funcionaba casi sin límites y su magnitud no era percibida por la población.
Este ítem debemos compararlo con cautela, pues es indiscutible que actualmente existe corrupción, pero jamás en el grado que pretenden los medios de difusión y sus marionetas parlantes. Los que militamos al lado del presidente Hugo Chávez, tenemos conciencia de que la mayoría de los corruptos identificados, no son sino aprovechadores de oficio, reptantes del dolo y prácticos aduladores de jefecillos de pacotilla y cachuchita roja. Son paracaidistas, infiltrados de habilidosa palabrería que jamás participaron en movimiento revolucionario alguno o en grupos o instituciones que lucharan a favor del pueblo. Cuando escudriñamos en la historia política de estos personajes, encontraremos su pasado en los carcomidos partidos del sistema. Si de ellos alguno fue militante de izquierda, estamos seguros que nunca asumió compromiso real con la praxis revolucionaria. Tal vez, se autodenominó izquierdista por pose, snobismo o farandulería, pero no tuvimos la habilidad suficiente para ver en ellos lo que realmente son: fascistas.
14.- Elecciones fraudulentas. Las elecciones, bajo la forma de plebiscitos o sondeos de opinión, eran casi siempre ilusorias. Cuando se llevaban a cabo elecciones reales, la élite en el poder las manipulaba para obtener los resultados que les convenían. Los métodos usuales implicaban controlar la maquinaria electoral, intimidar a los opositores o eliminar su derecho al voto y cuando se hacía necesario, utilizar el sistema judicial bajo el control de la élite política.
En este último punto, se repite el esquema de la tergiversación que realiza el sector fascista, amo del poder mediático. Por primera vez tenemos un sistema electoral confiable y ante esta situación, los medios se despescuezan —sólo por seguir la orden del imperio— en tratar de presentarlos como fraudulentos. Esta es la técnica del fascismo criollo. Tan virulento, corrosivo y excluyente como los otros de su misma calaña. Es deber imperativo de todos los militantes afectos al proceso bolivariano, organizarse para desenmascararlos y enfrentarlos, como debe ser.
Por considerar de altísima importancia el conocimiento y reconocimiento de las actitudes y de las personalidades fascistas y para enfrentar sus mensajes y orientar a nuestros compatriotas, presentamos el siguiente trabajo que es una traducción parcial realizada por Gustavo J. Mata, (gmata@telcel.net.ve) del artículo “Fascism, anyone? de Laurence W. Britt. Versión en la red de esta traducción: http://zamora.fs.usb.ve/fascismo.html.
El autor, Laurence W. Britt, estudió y analizó los siguientes regímenes dictatoriales: la Alemania nazi, la Italia fascista del Orden Nuovo, la España falangista y sombría de Franco, el Portugal del Estado Novo de Salazar, la Grecia de los Coroneles de Papadopoulous, el Chile fascista y criminal de Pinochet y la Indonesia del genocidio de Suharto. El análisis de estas maquinarias asesinas, revela catorce hilos comunes que se unen dentro de los patrones reconocibles de comportamiento nacional y abuso de poder de los fascistas, tanto en lo político como en lo social.
Nos hemos tomado la licencia de realizar a cada uno de estos hilos, una pequeña reseña política, con la que pretendemos ubicar a nuestros lectores en la realidad venezolana. Estas observaciones aparecen a continuación de cada ítem, destacadas en bastardillas.
1.- Expresiones exageradas y continuadas de nacionalismo ramplón. Desde el despliegue preponderante de banderas y estandartes, hasta los siempre presentes prendedores de solapa, el fervor por demostrar un nacionalismo patriótico era siempre evidente; de parte del régimen y de parte de los ciudadanos cautivados por su frenesí. Slogans contagiosos, orgullo por lo militar y exigencias de unidad nacional eran temas comunes en la expresión de este nacionalismo, que normalmente estaba acompañado de una sospecha hacia lo extranjero que bordeaba en la xenofobia.
• La expresión de los fascistas venezolanos de orgullo por lo militar, se trastocó debido al profundo respeto y liderazgo que el presidente Chávez tiene dentro de la Fuerza Armada —con las excepciones que salieron a flote— y la incompatibilidad de actitud y pareceres del soldado venezolano con los estratos fascistas. Esta incompatibilidad llevó a la oposición recalcitrante, a extraviarse en la realidad, al suponer que tenían ascendente sobre nuestros militares y que al no ser así, desembocaron en un infantil caso de frustración sicológica, colocando al sujeto de culto o adoración como blanco de insultos y vejámenes. Tal es el caso de las pantaletas y los calificativos de cobardones y gallinas.
Otra analogía, la encontramos en el uso exagerado de la bandera nacional en sus marchas y reuniones, en las que además de cambiarles su profundo color azul por el lúgubre color negro, tan preferido por los fascistas, les serve para aumentar el bulto visual necesario para la propaganda. También, sus trillados mensajes de “con mis hijos no te metas” y “aquí cabemos todos” como exigencias de unidad.
2.- Desprecio por los derechos humanos. Los regímenes en sí asignaban poco valor a los derechos humanos y los consideraban como obstáculos en el camino de los objetivos de la élite dominante. Por medio del uso ingenioso de la propaganda, se llevaba a la población a aceptar las violaciones a los derechos humanos: las víctimas del abuso eran marginalizadas y hasta demonizadas. Cuando el abuso era flagrante, la táctica utilizada era el secreto, la negación de los hechos y la desinformación.
Es patética la violación de los DD. HH., por parte de las personas o grupos políticos con tendencias fascistoides, esto lo vivimos con gran crudeza durante el golpe de abril de 2002. Otra demostración de estas violaciones, las encontramos en sus actitudes peyorativas y excluyentes al denominar a la masa pobre, como marginales, desdentados o patas en el suelo, para agregar que ese problema se resuelve “moliéndolos”.
3.- Identificación de enemigos y chivos expiatorios como bandera unificadora. Entre los hilos que unen a estos regímenes, el más significativo es el uso que hicieron de chivos expiatorios que servían para desviar la atención de otros problemas, para imputarles la culpa de las dificultades y para canalizar la frustración en direcciones controlables. Los métodos típicos utilizados a este fin, la propaganda incesante y la desinformación, eran, en general, efectivos. A menudo se incitaban actos “espontáneos” contra los chivos expiatorios escogidos. Estos eran usualmente comunistas, socialistas, liberales, judíos de todas las sectas, minorías étnicas y raciales, enemigos nacionales tradicionales, miembros de religiones minoritarias, seglares y homosexuales. Quienes se oponían activamente a estos regímenes eran etiquetados como “terroristas” y tratados como tales.
Esta actitud fascista, quedó evidenciada durante las jornadas pre y postgolpe de 2002, cuando tildaban de asesinos a diversos líderes afectos al proceso revolucionario y haciendo llamados de denuncia y caza. También, los arteros ataques mediáticos en contra del C.N.E., y hacia algunas de sus autoridades, presentándolos como los causantes de todos los males y desvaríos de la oposición, aunado a la desinformación y tergiversación que desde los medios de difusión, realizan acerca de los logros del gobierno.
4.- Supremacía de lo militar o militarismo vehemente. Las élites gobernantes se identificaban estrechamente con la infraestructura militar e industrial que las sustentaba. Una proporción exagerada de los recursos nacionales era asignada a los militares, aún en presencia de necesidades nacionales críticas. Lo militar era visto como una expresión de nacionalismo y utilizado, en la medida de lo posible, para alcanzar objetivos nacionales, intimidar otras naciones e incrementar el poder y el prestigio de la élite gobernante.
Este punto no se concreta en el escenario venezolano, pues al momento en que nuestra Fuerza Armada abandona el prusianismo y sale a colaborar, identificándose y uniéndose con el pueblo en las diversas Misiones (siniestros, Plan Bolívar 2000, Mercal, etc.) el militar pierde la figura heroica y hierática que le asigna la mentalidad fascista y nuevamente se produce en ellos el estado de frustración, arreciando sus ataques y entre los más sutiles, “vende papas”.
5.- Sexismo descarado. Más allá del simple hecho de que la élite política y la cultura nacional estaban bajo el dominio masculino, estos regímenes inevitablemente veían a las mujeres como ciudadanos de segunda clase. Eran vehementemente antiabortistas y homofóbicos. Estas actitudes estaban usualmente codificadas en leyes draconianas que disfrutaban del fuerte apoyo de la religión ortodoxa del país, que de esta forma cubría y justificaba los abusos del régimen imperante.
Es conocida la actitud desconsiderada de los derechistas hacia la homosexualidad, sin embargo, es notorio, que de los más visibles militantes del partido de la “justicia”, ninguno sea casado o tenga pareja femenina conocida. ¿Será por misoginismo? El fascista por su actitud prepotente al sentirse superior, desconoce el importantísimo papel de la mujer en nuestra historia y en la sociedad, no sólo como líder sino como dadora de amor. Los revolucionarios reconocemos en las mujeres, todos los derechos y prerrogativas que se merecen como seres humanos de libre albedrío y creatividad.
6.- Control de los medios de comunicación masivos. En algunos de estos regímenes, los medios de comunicación masivos estaban bajo estricto control directo y jamás se alejaban de la línea del partido. En otros se ejercía un poder más sutil para asegurar la ortodoxia de los medios. Los métodos utilizados para este fin incluían el control de las licencias y el acceso a los recursos, la presión económica, las exhortaciones al patriotismo y las amenazas implícitas. Los intereses de los líderes de los medios se alineaban en general con los de la élite gobernante. Como resultado, se tenía éxito en mantener al público ignorante de los excesos del régimen.
“Los intereses de los líderes de los medios se alineaban en general con los de la élite gobernante”. Esta frase, tomada del punto anterior, aclaran la actitud virulenta de esa élite frente al presidente Chávez, que al no poderlo dominar y para obtener su sempiterna tajada del erario, tratan de destruirlo por cualquier medio y avalados por su alto poder de comunicación, generan la matriz de opinión de que son hostigados desde el gobierno, trastocando la realidad que es su propia realidad, cuando no pueden saciar sus intereses.
7.- Preocupación obsesiva con la seguridad nacional. De forma inevitable, un aparato de seguridad nacional quedaba bajo el control de la élite gobernante. Este era usualmente un instrumento de opresión, que operaba en secreto y más allá de cualquier limitante. Sus acciones se justificaban bajo la rúbrica de proteger la “seguridad nacional” y cuestionar sus actividades era visto como falta de patriotismo o traición.
Los líderes fascistas venezolanos en funciones de gobierno, al no controlar un aparato de seguridad nacional, crean y conducen pequeños pero peligrosos cuerpos parapoliciales, presentándolos, con jaquetona arrogancia, como “modelos de orden y pulcritud”. Dentro de ese frenesí manipulador por la seguridad pública, llegan a presentar y participar en espectáculos como los “acostaditos” de la plaza Altamira, todo esto enmarcado en la expresión propia del fascista venezolano.
8.- Alianza entre la élite y jerarquía religiosa. En contraste con los regímenes comunistas, los regímenes fascistas nunca fueron acusados de impíos por sus detractores. Por el contrario, la mayoría de estos regímenes se asociaron a la religión predominante y se presentaron a sí mismos como ardientes defensores de la misma. El hecho de que el comportamiento de la élite gobernante contradecía los preceptos de la religión se barría debajo de la alfombra. La propaganda mantenía la ilusión de que las élites gobernantes eran defensoras de la fe y los opositores eran impíos. Se construía la percepción de que oponerse a las élites gobernantes constituía un ataque a la religión.
Las comparaciones del fascismo criollo con este punto, debemos hacerlas de manera personal, porque son tantas las similitudes, que se nos haría interminable la enumeración de los silencios escatológicos que se producen entre ambas ideologías —fascismo y religión— aún teniendo la misma raíz.
9.- Protección del poder de las corporaciones. Aunque la vida personal de los ciudadanos estaba bajo estricto control, la capacidad de las corporaciones de funcionar con relativa libertad no era restringida. La élite gobernante percibía a la estructura corporativa como una forma de asegurar la producción militar y, más aún, como una forma adicional de control social. Los miembros de la élite económica eran consentidos por la élite política para asegurar una continua complementariedad de intereses, especialmente en lo que se refería a la represión de la gente sin medios económicos.
El ejemplo más claro de esta actitud, quedó demostrada en el apoyo y defensa dado por el fascismo nacional a los vendepatria enquistados en la antigua Pdvsa, expresados antes, durante y aún hoy por los mass media, con la complicidad contranatura de la unión obrero-patronal (Ctv-Fedecámaras) en contra del pueblo y especialmente, de los más pobres.
10.- Eliminación o represión del poder laboral. Como las organizaciones de los trabajadores eran percibidas como centros de poder capaces de desafiar la hegemonía política de la élite gobernante y sus aliados corporativos, eran necesariamente aplastadas y despojadas de toda fuerza. Los pobres formaban una subclase marginal, percibida con sospecha y abierto desprecio. Bajo algunos regímenes, el ser pobre era considerado como aún lo consideran algunos, un vicio.
Ligado al punto anterior (nueve), el fascismo penetra a la Ctv a través de su corrupta dirigencia sindical, para desde allí, iniciar sucesivos ataques a todo lo que oliera a mejoramiento de las condiciones laborales y sociales de la clase trabajadora (si el cuánto hay pa’eso no funcionaba), minimizando y desprestigiando, todas las iniciativas que desde el gobierno revolucionario se emprendieran en beneficio de este sector.
11.- Desprecio y represión de los intelectuales y las artes. Los intelectuales y la libertad de ideas y expresión asociados con ellos eran anatemas a estos regímenes. La libertad intelectual y académica era considerada como subversiva de la seguridad nacional y del ideal patriótico. Las universidades eran controladas con mano de hierro. Los profesores políticamente sospechosos eran presionados o eliminados. Las ideas no ortodoxas y expresiones de disenso eran ferozmente atacadas, silenciadas o aplastadas. Para estos regímenes, el arte y la literatura debían servir el interés nacional o de lo contrario carecían de derecho a existir.
Esta reflexión es interesante, porque la condición fascista en nuestra sociedad queda al descubierto en el escenario mediático seudoartístico y creativo, cuando un grupo o élite que se consideraban los guardianes del arte y del intelecto, reaccionan con estrepitosa violencia frente a la revolucionaria manera de ver y llevar la actividad artística al pueblo llano.
La actividad artística cultural, fue —con el auspicio de la burguesía y cierto medio de difusión— secuestrada por un grupo de personas de antagónicos niveles sociales, especialmente por individuos de las clases media y media baja. El apoyo que por interés mercantilista les brindaba la “gran prensa”, hizo creer a estos “pequeños seres” henchidos de vanidad caprichosa, que realmente eran una clase aparte, los ungidos por la gracia divina, los “temirofeo”, que atolondrados unos por un excesivo y empalagoso refinamiento amanerado y otros cubiertos con ridículos y extravagantes trajes, se pretendían, no el jet set, sino la aurora boreal del intelecto y la creatividad. Pero el choque, el gran Bang, les sobrevino cuando como política del Estado desde el Ministerio de la Cultura, se realizó la primera “Mega Exposición” donde se abrieron las puertas de museos y galerías públicas, a todo aquél que tenía gusto o practicaba la pintura, escultura o cualquier otra actividad plástica, porque esta élite con su pensamiento excluyente, pensamiento protofascista, no entendió que los muros de esos museos, galerías y hasta los teatros pertenecen a todos. Esto trajo la ruptura, la separación “real” —porque ya existía virtual— de esta élite de cartón con el pueblo llano, al que en sus conversas intelectuales, llamaban comunes, ordinarios o rústicos. El choque fue de tal magnitud, que lejos de despertarlos para incorporarse a esta revolucionaria manera de practicar el arte, se refugiaron en las descalificaciones propias del que se sabe desplazado, desenmascarado, corriendo a cerrar filas con sus “mecenas” que lo único que les aportaban eran las ilusiones de superioridad.
12.- Preocupación obsesiva con el crimen y el castigo. Casi todos estos regímenes mantenían sistemas de justicia draconianos; la población carcelaria era enorme. La policía era glorificada y tenía poderes casi ilimitados, lo que llevaba al abuso desenfrenado. Los crímenes “normales” y políticos se amalgamaban en acusaciones fraudulentas y se utilizaban contra los opositores políticos del régimen. Se promovía en la población el miedo y el odio a criminales y “traidores,” como excusa para aumentar los poderes de la policía.
Como en otros puntos, la importancia para el fascismo de poseer y regentar medios de difusión, es que a través de enorme penetración para agredir al gobierno revolucionario, desvían, manipulan y tergiversan los crímenes y cualquier acto violento en el participan o les conviene tomar partido, tales los casos Anderson, Faddoul, Sindoni, Aguirre, Piñango, Di Lucca y una larga de etcéteras, en la que las víctimas pasan a ser victimarios.
13.- Corrupción y clientelismo desencadenados. Quienes pertenecían a círculos de negocios y estaban cerca de la élite gobernante a menudo utilizaban su posición para enriquecerse. Esta corrupción funcionaba en dos direcciones: la élite gobernante recibía regalos y propiedades de la élite económica y esta última se beneficiaba del favoritismo del gobierno. Los miembros de la élite gobernante estaban en posición de obtener riquezas enormes de otras fuentes: por ejemplo, mediante el robo de los recursos nacionales. Con el aparato de seguridad nacional bajo control y con los medios enmudecidos, esta corrupción funcionaba casi sin límites y su magnitud no era percibida por la población.
Este ítem debemos compararlo con cautela, pues es indiscutible que actualmente existe corrupción, pero jamás en el grado que pretenden los medios de difusión y sus marionetas parlantes. Los que militamos al lado del presidente Hugo Chávez, tenemos conciencia de que la mayoría de los corruptos identificados, no son sino aprovechadores de oficio, reptantes del dolo y prácticos aduladores de jefecillos de pacotilla y cachuchita roja. Son paracaidistas, infiltrados de habilidosa palabrería que jamás participaron en movimiento revolucionario alguno o en grupos o instituciones que lucharan a favor del pueblo. Cuando escudriñamos en la historia política de estos personajes, encontraremos su pasado en los carcomidos partidos del sistema. Si de ellos alguno fue militante de izquierda, estamos seguros que nunca asumió compromiso real con la praxis revolucionaria. Tal vez, se autodenominó izquierdista por pose, snobismo o farandulería, pero no tuvimos la habilidad suficiente para ver en ellos lo que realmente son: fascistas.
14.- Elecciones fraudulentas. Las elecciones, bajo la forma de plebiscitos o sondeos de opinión, eran casi siempre ilusorias. Cuando se llevaban a cabo elecciones reales, la élite en el poder las manipulaba para obtener los resultados que les convenían. Los métodos usuales implicaban controlar la maquinaria electoral, intimidar a los opositores o eliminar su derecho al voto y cuando se hacía necesario, utilizar el sistema judicial bajo el control de la élite política.
En este último punto, se repite el esquema de la tergiversación que realiza el sector fascista, amo del poder mediático. Por primera vez tenemos un sistema electoral confiable y ante esta situación, los medios se despescuezan —sólo por seguir la orden del imperio— en tratar de presentarlos como fraudulentos. Esta es la técnica del fascismo criollo. Tan virulento, corrosivo y excluyente como los otros de su misma calaña. Es deber imperativo de todos los militantes afectos al proceso bolivariano, organizarse para desenmascararlos y enfrentarlos, como debe ser.
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