Hubo quienes lucharon un dia y fueron buenos, hubo quienes lucharon muchos años y fueron mejores, pero hay los que luchan toda la vida y esos. ¡esos son los indispensables!
Beltorl Brech
Triuna Popular.-.Por: Jesús Silva R.
Siempre he sostenido que las relaciones humanas con los camaradas, en su sentido más amplio y diverso, nos enriquecen espiritualmente. Que ese ejercicio permanente consolida un componente subjetivo indispensable de un revolucionario para luchar: Su fuerza espiritual. Comprendí que, junto a la teoría revolucionaria, son la mística, la disposición de sacrificio, la motivación y el amor los que nos impulsan a enfrentar las vicisitudes del mundo tangible actual.
Esa realidad social que existe fuera de nuestra alma, en la cual la postura del comunista, si es verdadera, resulta la menos cómoda de todas, porque nos demanda pensamiento y acción totalmente consecuentes entre si contra las formas de dominación capitalista y nos exige sostener las más altas virtudes humanas. En la historia de la humanidad, conocemos personajes excepcionales, seres de admirable firmeza de espíritu, quienes por encima de las circunstancias, han tenido en su moral revolucionaria, el motor de sus incansables luchas. Uno de esos personajes nació en Río Caribe, Estado Sucre, un 18 de Diciembre, hace casi un siglo, y cuando un hombre ha tenido la fortuna de conocerlo por medio de vivencias, luchas e ilusiones compartidas, su vida es influida tremendamente. Tuve esa fortuna. Recuerdo a Pedro Ortega Díaz desde mi niñez, por los nexos existentes entre mi familia y su figura, a raíz de la militancia comunista de mi padre Jesús Silva y mi abuela paterna, Maria Silva Alfonso, a principios de los años sesenta.
Desde entonces, como hasta hoy, su figura ha sido una sólida referencia moral en mi familia. En mi adolescencia, con mi iniciación en la lucha revolucionaria, nuestro vínculo tuvo un salto cualitativo, que me llevó a ser un aprendiz infatigable de su persona, un estudioso de sus planteamientos y sus ejemplos en todos los ámbitos de su vida. Pues al mismo tiempo que caminé junto al histórico dirigente comunista y abogado de los trabajadores, lo hice también con el padre, el hermano, el amigo, el maestro, el soñador, el Hombre.
En esa lucha por los Derechos Humanos y la Clase Obrera, sentí la necesidad de llevar a Pedro a lugares no conquistados y sentar un precedente moral, como antesala a un tiempo futuro donde no quedaran reductos que un comunista, o cualquier otro revolucionario verdadero, no pudiera penetrar.
Fue así que pocos meses antes de que alzara vuelo, lo homenajeamos con una conferencia de Reflexión sobre los Derechos Humanos en el auditorio principal de la Fiscalía General de la República, el cual contó con muy buena asistencia. Tuve el honor de hacer la apertura con la tesis de indivisibilidad de los Derechos Humanos y los Derechos sociales, y plantear que todos los derechos inherentes al bienestar del hombre deben equipararse al derecho a la vida. Que el Estado Social de Derecho y de Justicia debe reconocer y garantizar todos los derechos relativos a las condiciones espirituales y materiales dignas para la vida porque ellos son tan esenciales como la propia vida humana. Que la discriminación de estos Derechos, corresponde a la ideología de un Estado Burgués, que la apropiación del trabajo ajeno y explotación del hombre por el hombre son propios del sistema capitalista y conducen inevitablemente a la conculcación de los derechos humanos; y solo en el Socialismo tendremos garantizado el pleno goce de estos derechos para todos sin distingo alguno.
Luego vendría aquel momento inolvidable para mí, en que lo presentaría a la audiencia, e invocando los principios del internacionalismo proletario, la solidaridad y la rectitud que él siempre encarnó, pude agradecerle por su legado, su orientación y su ejemplo; fueron esas, con alguna lágrima escapada, las humildes y emocionadas palabras de un hijo a un padre. Fue ese un tributo hacia el Presidente del PCV, el abogado de los trabajadores, el luchador de toda la vida; seguida por la ovación de una inédita y peculiar audiencia que reunió a funcionarios públicos, obreros, luchadores sociales y combatientes clandestinos. Fueron horas llenas del entusiasmo, vitalidad, conciencia y fervor de un padre y maestro, el más grande ser humano que yo haya conocido. Es mucho el amor y la enseñanza que nos ha dejado, así como el conjunto de sus postulados que cobran cada día más vida en nuestra Revolución Bolivariana.
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