martes, 30 de diciembre de 2008

Democracia Temprana

El Siguiente articulo fue extraido de la Revista Cubana; "Pionero, la revista del adolescente cubano", y es reproducida en nuestro blog por considerarlo un importante aporte a la formacion ideologica y democratica de la juventud, no solo la cubana sino tambien la venezolana, asi como un importnate documento informativo que desmonta la tesis de la supuesta, pero negada "tirania castro-comunista"


Carlos Castro Sanchez (Revista Pionero).- La posibilidad de elegir y ser elegidos la tienen, desde bien temprano, todos los cubanos. El viernes 12 de octubre, como sucede en cada curso escolar, la volvieron a ejercer los estudiantes de cuarto a noveno grados, que son los primeros en hacerlo en el año. En apenas una semana, ellos mismos devendrán testigos y custodios del otro gran ejercicio de democracia que protagoniza nuestro pueblo: las elecciones de delegados al Poder Popular. Estas tendrán lugar el 21 de octubre y permitirán elegir a los delegados de circunscripción (alcaldes), de donde saldrán los gobernadores de cada municipio, y luego los de las provincias y los diputados nacionales. En Cuba, el pueblo ejerce periódica y democráticamente su derecho a proponer, elegir y, si fuera necesario, hasta a revocar de sus cargos a quienes no cumplan con sus deberes como representantes populares. Acá, el proceso no termina con la elección, pues lo más importante es cuanto se hace o se haga por la población y, en el caso de los escolares, cómo y cuánto se hace por los pioneros. Así es que no importa el nombre ni el sexo de los elegidos, sino la limpieza de sus acciones; su honestidad y el cumplimiento responsable de sus deberes con los demás.

domingo, 28 de diciembre de 2008

PROTESTAMOS ANTE EL BOMBARDEO GENOCIDA CRIMINAL HITLERIANO DE ISRAEL CONTRA LA FRANJA PALESTINA DE GAZA

Por: Faustino Rodríguez Bauza
Un sonriente Hitler, desde su tumba, estará mandando un alegre mensaje a Israel: No necesita estar vivo para que sus procedimientos, los mismos de los que se jactan los sionistas de haber sido sus víctimas, el tan pregonado holocausto, se quede pequeño ante el criminal genocidio que se cumple día tras día en la Franja de Gaza, hoy agravado con el bombardeo con medios ultramodernos de punición aérea que asesina criminalmente en acción genocida a cientos de víctimas, en su inmensa mayoría civiles inermes, ancianos, mujeres, niños.Porque lo que hoy ocurre, que ensombrece y enluta a todas las personas mentalmente sanas y amantes de la justicia en el mundo, no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Pero es el sufrimiento lento, la especie de goce perverso a lo Hitler, a lo Bush, que se produce todos los días desde que los israelíes decidieron cerrar la Franja de Gaza, el peor castigo que se pueda conseguir.La irrupción de hoy, con los bárbaros bombardeos con los F 16, se queda pequeña ante este sufrimiento de todos los días, que se produce a los ojos de todo el mundo, con la mayor impunidad y la protección del gran poder imperialista que maniata a ONU y cuanto organismo internacional de "derechos humanos" se ponen a su servicio.La palabra Holocausto, así con Mayúscula, dejó de ser. Siempre se refería a lo que le ocurrió a los judíos en la Segunda Guerra Mundial.Pero, para que esa palabra siguiera teniendo sentido, había que hacerle honor, con una conducta de plena humanidad, de paz, de comprensión, que es lo que no ha tenido Israel en en el caso de la situación con Palestina--en general--y ahora de la Franja de Gaza y la situación genocida criminal de hoy.Apoyados en el respaldo de los peores cerdos imperialistas encabezados por el lombrosiano genocida Bush--quienes tienen la osadía de considerar culpable a Hamas del ataque--cumplen fielmente y con gusto las órdenes criminales, y le añaden la voluntad propia para consumar esta parte sangrante y violenta del genocidio de hoy, que no es màs que un brote purulento de lo de todos los días producto de los cerebros podridos de Tel Aviv.No se ha hecho esperar la reacción en todo el mundo. Manifestaciones, reuniones de rechazo y protestas, denuncias, peticiones de castigo y de justicia, recorren el mundo en este momento.PrensapopularSolidaria Comunistas Miranda, la Organización Comunista de Miranda Centro, que actúa precisamente en un contorno de dominio total fascista regional y local, nuestras organizaciones y Células de Carrizal, San Diego, Baruta, Chacao, El Hatillo y Los Salias, manifestamos nuestra protesta y Solidaridad total, y nos aprestamos a cumplir con Organizaciones Sociales Jornadas de Protesta.Pero no nos quedamos en eso. Consideramos que se debe reforzar un gran movimiento mundial que definitivamente obligue al Gobierno de Israel, al gobierno imperialista de los Estados Unidos que los respalda, a la ONU, a aplicar las resoluciones que desde 1948 vienen creando el marco para la solución del problema del Medio Oriente, particularmente de Palestina, con la entrega a su dominio de los territorios que le corresponden, del reconocimiento de su Estado, de la libertad de los miles de presos que tiene Israel en su poder, del regreso de los erradicados de sus territorios, y del establecimiento definitivo de la Paz.Hoy más que nunca se requiere con urgencia el reconocimiento por el mundo del Estado Palestino, su ingreso en la ONU y la entrega de las reparaciones de guerra que le corresponden.Reiteramos la Solidaridad en este momento que pone a la orden del día el tratamiento político real del problema, la búsqueda de la solución y hacer todo lo necesario para detener la masacre que pretenden aplicar los imperialistas, sionistas y gobernantes israelíes, que será rechazada por el pueblo palestino una vez más, como lo ha hecho antes, demostrando la razón de su causa y que no podrán ser doblegados.

martes, 23 de diciembre de 2008

Teodoro Petkoff: una Izquierda a Modo

Luis Hernández Navarro (Diario La Jornada de Mexico).-- La prensa internacional tiene especial debilidad por Teodoro Petkoff. Cada vez que un periódico fuera de Venezuela quiere publicar una declaración en contra de Hugo Chávez entrevista al ex guerrillero y ex comunista. No falla. Él les dice lo que quieren escuchar.
Teodoro Petkoff es el ejemplo vivo de lo que la derecha desea que sea un hombre de izquierda. Los medios de comunicación lo presentan como un izquierdista democrático y responsable, un socialdemócrata moderno. Él mismo, en su libro Las dos izquierdas, se presenta como un representante de la “otra izquierda”, distinta a la de Chávez y cercana a Lula y a Ricardo Lagos.
Su trayectoria política va del comunista ortodoxo a la apología del neoliberalismo en nombre de la izquierda. Opositor a modo durante la cuarta república, su proyecto político se convirtió, como afirma el periodista Ernesto Villegas, en la “tercera pata” del sistema bipartidista, constituido por Acción Democrática (AD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), además de ser el pro- cónsul del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Venezuela. Justificó su trapecismo político diciendo que “sólo los estúpidos no cambian de opinión”.
Economista, periodista y, por encima de todo, político profesional, Petkoff tiene ahora 76 años de edad. Hijo de inmigrantes búlgaro y polaca, en 1949 ingresó al Partido Comunista de Venezuela (PCV). Junto a Douglas Bravo participó en la guerrilla. Detenido en tres ocasiones, se fugó de la cárcel en episodios que parecen extraídos de una novela. Gabriel García Márquez narró uno de ellos.
Crítico de la invasión soviética a Checoslovaquia, rompe con el PCV en 1970 y funda, meses después, el Movimiento al Socialismo (MAS). El nuevo proyecto político suscitó muchas simpatías internacionales por su planteamiento en torno a un socialismo con rostro humano y su distanciamiento del leninismo clásico. En poco tiempo, sin embargo, se volvió parte de la partidocracia tradicional y en uno de los beneficiarios de la renta petrolera.
Petkoff ha sido elegido diputado en distintas legislaturas. En 1983 y 1988 fue candidato a la Presidencia de la República, pero las votaciones que obtuvo fueron más bien modestas. Cuando en 1989 los habitantes pobres de Caracas se levantaron en contra de las medidas de austeridad del mandatario Carlos Andrés Perez, en lo que se conoce como el caracazo, y el gobierno respondió masacrando a civiles desarmados, guardó silencio. Corrido ya abiertamente hacia la derecha, en 1992 fue derrotado en las elecciones para la alcaldía de Caracas por un candidato de la izquierda radical. Un año después apoyó la carrera presidencial de Rafael Caldera, un socialcristiano que había roto con su partido, el COPEI.
El ex comunista fue integrado al gabinete del nuevo gobierno. Ocupó la dirección de Cordiplan (Oficina Central de Coordinación y Planificación) y fue el jefe de la política económica. Desde allí llevó adelante un agresivo plan de privatizaciones que la revista Producto resumió en una portada con el título: “Venezuela, país en venta”.
Sin ninguna mediación, anunció en 1997 que “apretaría más las tuercas a los venezolanos” en un momento en el que 67.8 por ciento de ellos eran oficialmente clasificados como pobres. Pidió comprensión y sacrificio a los trabajadores y las clases medias. Despidió a más de 50 mil empleados públicos. Modificó el régimen de las prestaciones sociales para eliminar su retroactividad, con la promesa de que ello permitiría aumentar los niveles salariales.
Petkoff avaló la apertura petrolera, mediante la que se privatizó, por la vía de los hechos, la columna vertebral de la economía venezolana, suscribiendo contratos leoninos en favor de las compañías trasnacionales. Como parte de esa política se apoyó la aplicación de descuentos en el precio de barril para refinerías de Estados Unidos. Petróleos de Venezuela (Pdvsa) entregó su sistema informático a una empresa mixta llamada Intesa, formada por la propia Pdvsa y SAIC, compañía fachada de la CIA, entre cuyos directores se encuentran varios ex secretarios de Defensa de Estados Unidos. Esa entrega fue clave en el paro/sabotaje petrolero de 2002.
El gobierno de Caldera despreció a la OPEP llamándola, según palabras del entonces ministro de Energía, “un cartel de Pinochos”. Violó sus cuotas de producción y propició la competencia entre sus integrantes. Las consecuencias no se hicieron esperar: el precio del crudo cayó estrepitosamente.
Petkoff fue el principal funcionario encargado de negociar un acuerdo entre el gobierno de Venezuela y el FMI. Sin resistencia alguna se allanó a los dictados del organismo financiero internacional. Poco después habló de que era necesario democratizar la institución.
Cuando en 1998 el MAS, el partido que había formado, decidió apoyar la candidatura presidencial de Hugo Chávez, lo abandonó entre abucheos. En el año 2000 fundó el vespertino Tal Cual, desde el que dedica al mandatario venezolano una crítica sistemática, visceral, amarga y facciosa. La publicación está muy lejos de ser el medio objetivo y equilibrado que sus apologistas dicen que es.
Desde entonces, en cada ocasión en que un medio de comunicación requiere de un comentario contra Hugo Chávez que pueda acreditar a un “izquierdista”, recurre a Teodoro Petkoff. Mientras tanto, la oposición venezolana lo utiliza como quiere. Y, a la hora en que hay que escoger a su candidato a la presidencia de la República, no lo deja llegar. A los que verdaderamente mandan dentro del bloque opositor les sirve donde está, haciendo lo que hace, pero no con más poder.
Quienes desde México ensalzan a Petkoff lo hacen no sólo para oponerse a Chávez, sino para promover dentro del país una izquierda institucional a gusto de la derecha. Es decir, una izquierda como la que hoy dirige al Partido de la Revolución Democrática (PRD).

domingo, 21 de diciembre de 2008

PIOLET ROCK PROLETARIO

El marxismo nos enseña que toda expresión tiene su carácter de clase, es por esto que el rock como expresión artística no es la excepción de ello, y es así como da nacimiento en el mundo el rock proletario como corriente político musical, representado como organización por el rock proletario internacional.
El rock proletario internacional es una organización que pretende aglutinar bandas de rock no comercial, de ideología marxista con sus posteriores desarrollos, teniendo como icono de unión entre las bandas al camarada Stalin.
En Venezuela, Piolet Rock Proletario es la primera banda en pertenecer a dicha internacional, en nuestro país siempre han existido bandas políticas y progresistas, pero nosotros hemos decidido crear música políticamente definida, música en defensa de las masas, de los trabajadores, un rock del pueblo y para el pueblo.
Para lograr montar este proyecto musical no fue nada fácil, podemos decir que la banda empieza con 3 de sus primeros integrantes en otro proyecto, el cual tenía letras progresistas, pero a la vez letras con odas al alcohol, y con carácter de fiesta y diversión, y estaba más ligado el proyecto al tema de las subculturas, algo mas punk y skinhead, esta banda seria el inicio de lo que es hoy Piolet Rock Proletario.
En noviembre del 2007 ya como una banda comunista, pero aun sin nombre empiezan los primeros ensayos, los cuales retomaríamos en el 2008 para consolidarnos.
Tras buscar y buscar, escuchando recomendaciones, un camarada me propuso para la banda el nombre de piolet (arma con que mercader realizo justicia de clase al asesinar a trotski), se imaginaran cuanta polémica, pero no tenemos nada que esconder tenemos una ideología clara, así que no estaremos con sutilezas, somos marxistas leninistas 100% anti revisionistas.
Ya hoy con un años más o menos de formados , nuestro proyecto ha ido evolucionando, empezamos queriendo fomentar el marxismo leninismo dentro del movimiento punk y skinhead y hoy entendemos que nuestro compromiso debe ser con el pueblo ,y no con una subcultura , que debemos ser en Venezuela la voz de los trabajadores, la expresión a del movimiento comunista en Venezuela y el mundo.
Nuestro trabajo es el de ir rompiendo la columna alienante burguesa, de tal manera crear conciencia de clase a través del rock como vía de expresión.
Hasta ahora este año a sido muy productivo , nuestra primera presentación fue acá en valencia , en el sector de la Isabelica, se dio en una fabrica el cual más del 60% pertenece al colectivo obrero, se expresaron los trabajadores hubo un foro y una muy buena convivencia, luego hemos participado en toques pequeños como en un acto cultural en homenaje al che Guevara , así como el aniversario de la JCV acá en Carabobo ambos en la universidad de Carabobo, en caracas nos hemos presentado dos veces , la primera e inolvidable fue la presentación del disco de Reciclaje en parque los Caobos donde recibimos una gran aceptación , y la segunda vez en el concierto anti fascista en solidaridad con faro un compañero de Bogotá miembro activo del RPI el cual esta injustamente tras las rejas .
Como explique antes nuestro proyecto ha ido evolucionando y tenemos fe de que seguirá en buen rumbo, ahora queremos abordar más protagonismo en el proceso de cambio que vive el país, queremos como comunistas ser la voz de la crítica y auto critica que tanta falta le a hecho a este proceso, queremos incentivar al pueblo a luchar por la revolución, a la toma de espacios, hacer entender que las revoluciones las hacen los pueblos y no un gobierno.
Actualmente tenemos un demo de seis canciones y seis más que estarán por salir solo hace falta mezclarlas y sacarlas al ruedo.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Apuntes Para la Participación Popular

Carlos Sandoval (Rebelion).-- La lucha por la construcción del socialismo no es un proceso mecánico que se vaya a dar automáticamente, como por arte de magia , sino que presupone la acción colectiva consciente de una diversidad de sujetos sociales que, tomando conciencia de su papel como agentes de cambio, logren incidir en el desarrollo dialéctico de la historia. Nuestro socialismo sólo puede ser conquistado por medio de la acción del pueblo, en su más amplio sentido, lo que significa que, contrario a la práctica de grupos anquilosados en interpretaciones dogmáticas y mecánicas del marxismo [1] , un grupo vanguardista de selectos revolucionarios no será suficiente para la construcción de esa sociedad post-capitalista; es el pueblo quien tiene que convertirse en partícipe activo de su liberación; es el pueblo consciente y organizado quien debe tomar las riendas de su propio destino. Es por eso que nuestra acción revolucionaria debe ir encaminada hacia la multiplicación del sujeto colectivo que es a la vez agente de cambio (sujeto-agente), por medio de la construcción de conciencia. A continuación presentamos algunas anotaciones que pretenden delinear una serie de principios para impulsar la participación del pueblo en la lucha por un nuevo orden social.
I. La participación del pueblo como sujeto histórico y agente transformador
A menudo, quienes estamos comprometidos con la lucha social, nos encontramos con el obstáculo de la indiferencia y la ausencia de grandes sectores del pueblo en este proceso. Quizá nos sea familiar aquella escena en la que llegamos a una reunión, un curso o una asamblea en donde serán tratados temas de importancia para la lucha de nuestro pueblo, y... el pueblo es precisamente el gran ausente. Llegamos a un espacio en donde las pocas caras presentes son las mismas de siempre. ¿Cómo es que, si se supone que luchamos por los intereses del pueblo, gran parte del pueblo sigue siendo indiferente a los procesos de lucha? ¿Por qué incluso entre sectores sociales visiblemente marcados por la explotación y opresión capitalista, la participación sigue siendo mínima? ¿Por qué ese rechazo a participar en la lucha? ¿Cómo podemos promover la participación popular en la lucha? ¿Qué tipo de participación buscamos animar?
Para poder contestar estas preguntas, debemos empezar por analizar el carácter y la naturaleza histórica de ese pueblo al que queremos integrar a la lucha. Lograr la participación del pueblo no es algo fácil. No olvidemos que después de todo somos producto de nuestra existencia dentro del sistema capitalista, y por ende arrastramos algunos valores y actitudes como la pasividad, la indiferencia, el paternalismo, etc. Si bien, los seres humanos, como individuos somos sujetos, también es cierto que nuestra subjetividad es el resultado de la interacción entre una multiplicidad de determinaciones históricas. No olvidemos que los seres humanos, además de nuestra biología, somos seres sociales, construidos socia y culturalmente , por lo que nuestra personalidad está condicionada por un entorno histórico, político, económico y social, que hoy se llama “capitalismo”. En La Ideología Alemana , Marx y Engels escribían que los individuos “se encuentran ya con sus condiciones de vida predestinadas, por así decirlo; se encuentran con que la clase les asigna su posición en la vida y, con ello, la trayectoria de su desarrollo personal; se ven absorbidos por ella,” [2] es decir, los individuos son producto de una sociedad históricamente dada.
En su Sexta Tesis sobre Feuerbach, Marx escribía que “la esencia del hombre no es ninguna abstracción inherente al individuo aislado. En su realidad es el conjunto de las relaciones sociales.” [3] Los seres humanos no nacemos libres de toda determinación, sino que nuestro pensamiento y nuestro comportamiento, están en gran medida afectados por nuestra composición psicosocial, cultural, etc. Para la visión marxista, “la historia humana aparece como un proceso de historia natural; sus actores son sin duda los propios hombres, pero hombres producidos [y reproducidos] en las relaciones sociales y por ellas.” [4] Podemos decir, entonces, que los seres humanos estamos hechos a imagen y semejanza del sistema social en el que nos desarrollamos. Si el sistema capitalista está basado en la propiedad individual, nosotros, como producto de este sistema, somos en gran medida, individualistas, egoístas y centrados en nuestro interés personal; si el sistema capitalista es patriarcal, nosotros tendemos a pensar la sociedad jerárquicamente, a interiorizar nuestro papel de género asignado, etc. La esencia de los seres humanos, entonces, no es una esencia trascendental, natural, o abstracta, sino que es una esencia histórica. En otras palabras, la única esencia de los seres humanos es su determinación [5] histórica: la tendencia a vivir subordinados e incluidos en las relaciones sociales capitalistas.
Ya Foucault nos prevenía de pensar al sujeto humano como algo dado, previo a las prácticas sociales. En su crítica al marxismo academicista, nos decía que es un error pensar que la conciencia de los hombres es sólo el reflejo o la expresión de las condiciones económicas de la existencia, pues esto supone en el fondo, “que el sujeto humano, el sujeto de conocimiento, las mismas formas del conocimiento, se dan en cierto modo previa y definitivamente, y que las condiciones económicas, sociales y políticas de la existencia no hacen sino depositarse o imprimirse en este sujeto que se da de manera definitiva” [6] . Efectivamente, el sujeto no es sólo el reflejo de las condiciones sociales de su existencia, sino que es construido por ellas. Foucault nos presenta “ un sujeto que se constituyó en el interior mismo de [la historia] y que, a cada instante, es fundado y vuelto a fundar por ella” [7] . Ahora bien, según Foucault, las nuevas formas de subjetividad emergen a partir de las prácticas jurídicas, como parte de las prácticas sociales. No vamos a entrar aquí a detallar o comentar esta parte del análisis de Foucault. Lo que interesa por el momento, es dejar claro que los sujetos humanos –su esencia– no son algo natural y trascendente, sino que son construidos históricamente a partir de las condiciones sociales, económicas, políticas, y culturales de su existencia.
¿Cuáles son los mecanismos por los cuales se construyen los sujetos a partir de las determinaciones históricas?
Si bien es cierto que las determinaciones históricas se dan principalmente en la estructura económica, también es cierto que la construcción del sujeto sucede fundamentalmente en el terreno de la superestructura, ya sea en las prácticas jurídicas como nos dice Foucault, o en el terreno de la ideología, como argumenta Althusser. Por el momento nos será más útil para la presente exposición detenernos en la concepción althusseriana de ideología, pues incluso las formas jurídicas a las que alude Foucault podrían entenderse como formas ideológicas en última instancia.
Pues bien, Althusser nos muestra cómo los valores heredados por el capitalismo son reproducidos por los aparatos ideológicos de Estado, los cuales tienen la función de diseminar la ideología dominante en las clases explotadas. Para que el capitalismo se pueda mantener, para que pueda seguir existiendo, es necesario que reproduzca las condiciones de su existencia, es decir, las condiciones de producción. Esto significa que el capitalismo tiene que reproducir tanto a los medios de producción, como a la fuerza de trabajo. Según Marx, la reproducción de la fuerza de trabajo se da a través del salario. Es decir, el salario es el valor suficiente para que la obrera o el obrero pueda comer, descansar, recrearse, y así regresar a trabajar al siguiente día. El salario también tiene que ser suficiente para que el obrero pueda criar y educar a sus hijos, los futuros proletarios. Sin embargo, según Althusser, esto no es suficiente. Para reproducir la fuerza de trabajo, es necesario también reproducir el sometimiento ideológico del obrero al sistema capitalista. En otras palabras, la obrera o el obrero tienen que aceptar como normales las condiciones de su existencia, que son condiciones de explotación. Pues bien, para que ellos acepten como normal su explotación, tienen que haber interiorizado la ideología dominante, que no es más que el conjunto de los valores, principios morales, concepciones, etc., propios del sistema capitalista.
Esta interiorización no sucede como un evento posterior a la formación del ser humano. Recordemos que es un error pensar que la ideología entra en los sujetos, como si estos existieran antes de la ideología, como si fueran recipientes vacíos en donde se introduce la ideología. Por el contrario, desde antes de que nazcan, los individuos ya son sujetos ideológicos, en el sentido de ser sometidos a una visión del mundo dominante. Nacen en un mundo marcado por prácticas sociales que son reguladas por aparatos ideológicos, cuya función es precisamente, construir a los sujetos con maneras tales que puedan ser sometidos a la explotación y verla como algo normal.
Althusser nos dice que la ideología dominante se reproduce por medio de lo que él llama, los aparatos ideológicos de Estado , es decir, la escuela, los medios de comunicación, los medios culturales, la familia, la iglesia, etc. Estos forman las mentes y los corazones de las masas de la población, afectando así no sólo su comportamiento, sino su pensar y su sentir. En otras palabras, todas las prácticas sociales son prácticas ideológicas, en el sentido de que los seres humanos no pueden actuar sino en base a una ideología. Aquí es importante mencionar que cuando decimos ideología, nos referimos a la concepción imaginaria que se hacen los individuos de su relación con las condiciones de su existencia. Es por medio de la ideología que los individuos se reconocen como sujetos. Ahora bien, el Estado, a través de sus aparatos ideológicos se encarga de que esa ideología que guía los actos de los individuos, sea precisamente la ideología dominante (hoy la ideología burguesa).
Por supuesto, todo esto no quiere decir que el individuo esté imposibilitado para interactuar con las condiciones heredadas y no pueda desarrollar su propia conciencia de clase en oposición a la impuesta por el sistema. Por el contrario, como apunta Althusser, “los aparatos ideológicos de Estado no son la realización de la ideología en general, ni tampoco la realización sin conflictos de la ideología de la clase dominante” [8] . Toda ideología es producto de la lucha de clases. Si bien es cierto que la ideología dominante es la que forma las conciencias de los sujetos, también es cierto que hay una serie de ideologías subalternas que están en constante resistencia, “tendencias ideológicas diferentes, que expresan las 'representaciones' de las diferentes clases sociales” [9] . Si no existiera esta lucha ideológica entre las clases sociales, los seres humanos estarían condenados a una vida mecánica, predeterminada, de simples títeres del sistema, sin ningún tipo de posibilidad de cambio. Si la ideología correspondiera siempre exactamente y sin ningún conflicto al sistema dominante, entonces no habría incluso posibilidad de historia. Obviamente esto no es así, los sujetos crean su propia historia, desafiando a esa ideología dominante que no corresponde con su realidad material. Es por esto que decimos que los sujetos son también agentes de su propia historia.
Sin embargo, cuando decimos que los sujetos son también agentes en la medida en que pueden crear su propia historia, no queremos decir con ello que este sea un proceso fácil, que se da espontáneamente, y que sólo hay que esperar a que el pueblo despierte y construya su historia. Por el contrario, no debemos olvidar que después de todo la conciencia de los sujetos está construida principalmente por la ideología del sistema capitalista –un sistema para el cual los hombres y mujeres son concebidos como objetos, privados de su capacidad creativa, enajenados económica pero también política e ideológicamente– por lo que es de suponer que el primer obstáculo con el que nos hemos de enfrentar al tratar de impulsar la participación en el pueblo, será precisamente ese conjunto de valores heredados del capitalismo con los que hemos sido formados, indiferencia, apatía, pasividad, derrotismo, etc.
¿Cómo es posible contrarrestar la ideología dominante?
Hemos visto que dada la historicidad de la esencia humana y el papel fundamental de los aparatos ideológicos de Estado en la reproducción de la ideología dominante, estos valores y conductas están fuertemente arraigados en el sentir popular, lo que implica que contrarrestarlos no será nada fácil, sino que por el contrario implica un proceso largo y de mucho esfuerzo pedagógico. La participación popular no puede darse de la noche a la mañana. En su artículo Herramientas para la participación , Marta Harnecker, en alusión a la Venezuela Bolivariana advierte que “la participación no se decreta desde arriba. Implica un largo proceso de aprendizaje. Una lenta transformación cultural y, por lo tanto, sus frutos nunca se cosecharán de inmediato. Recordemos que en nuestro pueblo subyace aún una 'cultura' de intermediación política, de la representación, del clientelismo, de profundas prácticas individualistas...” [10] La participación implica un proceso lento y profundo de cambios cualitativos en la conciencia popular.
Hay dirigentes que, llevados por un afán bienintencionado de crecimiento, priorizan el aspecto cuantitativo del desarrollo, por encima del proceso cualitativo, como si la participación popular pudiera medirse sólo en números y no en conciencia. Estos compañeros le apuestan más a las movilizaciones masivas, en donde hordas de hombres y mujeres son llevados por distintos medios a marchas, manifestaciones, etc., pero prescindiendo de una convicción consciente de su participación y compromiso en la lucha. En algunos casos, las masas participan mecánicamente en las movilizaciones porque los dirigentes les intercambian su participación por promesas de concesiones economicistas, como vivienda, o garantías laborales. Así, las masas participan no por convicción sino por un interés individual y a veces utilitarista. Es claro que “las masas” tienen motivos justos que plantear con sus demandas sociales y políticas inmediatas. No se confunde esa necesidad de plataformas de lucha y pliegos de demandas con el clientelismo, que considera ese sí, que las demandas dependen de la relación entre el Estado y los líderes o las organizaciones políticas o sociales que encabezan al pueblo a la hora de presentar y negociar sus demandas. Pero lo relevante aquí es notar que, en los casos en donde las masas no se movilizan por conciencia, en su mayoría, al conseguir sus demandas inmediatas los compañeros dejan de participar, pues no ven más la necesidad de la lucha.
Este tipo de participación como clientes o masas sin identidad ni autonomía no contribuye a la construcción del sujeto-agente de cambio. En estos casos, los dirigentes suelen ver al pueblo como un objeto pasivo, que es utilizado para conseguir objetivos políticos particulares. Estos dirigentes olvidan que la participación, como bien dice Isabel Rauber, “se construye de forma predominantemente consciente porque la lucha contra la lógica del capital, la construcción de una lógica propia, revolucionaria, y la conformación de un proceso social articulado orientado al socialismo, no se produce mágica, espontánea ni mecánicamente. Requiere de la voluntad organizada y la participación consciente de todos los actores sociales cuya actividad cuestionadora y transformadora hace al proceso mismo.” [11]
En este punto es necesario remarcar el carácter amplio, heterogéneo, complejo y diverso del sujeto-agente transformador. Hasta hace algunas décadas dominaba en los movimientos de izquierda una interpretación rígida y dogmática de la visión marxista que postulaba un sujeto revolucionario reducido y excluyente, cuyo papel histórico era el de dirigir a todos los demás grupos sociales en la lucha anti-capitalista. Así, el proletariado, sujeto revolucionario por excelencia, se reducía a aquella clase de obreros industriales, quienes irían adelante de cualquier otro estrato social. El proletariado a su vez, era representado por el partido revolucionario, la cabeza de la clase revolucionaria, y el partido, finalmente, era supeditado al comité central, quien tenía la función de pensar por el partido, que a su vez pensaba por el proletariado, que a su vez pensaba por el pueblo. No es necesario decir que este esquema hoy está rebasado. La experiencia misma nos ha enseñado que no puede haber liberación del pueblo sin el pueblo. Hoy, “cualquier política emancipatoria debe partir de la idea de un sujeto múltiple que se articula y define en la acción común, antes que suponer un sujeto singular, pre-determinado, que liderará a los demás en el camino del cambio” [12] .
Podemos decir entonces que para impulsar la participación del pueblo (explotado, oprimido, discriminado) en la lucha por su liberación, es necesario primero reconocer la esencia de ese pueblo, que aquí resumimos en tres características:
1. El pueblo es sujeto histórico, producto de un modo de producción específico y construido ideológicamente.
2. El pueblo es a la vez, agente transformador, y puede cambiar la sociedad de la que es producto.
3. El pueblo como sujeto-agente transformador, es diverso y complejo.
Esto nos indica que la liberación del pueblo es posible, pero requiere de un proceso largo de concientización y transformación cultural que reconozca la diversidad de los grupos sociales que forman al pueblo y que reproducen día con día su sociedad. Por tanto, impulsar la participación popular presupone la construcción de un actor social colectivo, consciente y “capaz de pensar y realizar las transformaciones, la acción, o suceso, o manifestación, o fenómeno político social de que se trate en cada momento. Y esto requiere tiempo” [13] . Es claro que la participación popular no es resultado de la manipulación, ni puede conseguirse a base de engaños o mentiras, y no puede conseguirse sin el reconocimiento del pueblo amplio y diverso como sujeto-agente transformador.
II. La participación como construcción de conciencia
Hemos dicho ya que la construcción del socialismo no la van a llevar a cabo las vanguardias. La experiencia del “socialismo real” nos ha demostrado que la ausencia del pueblo consciente en todos los aspectos de la lucha, es devastadora para el proceso, pues es querer construir sin cimientos. Ahora bien, para impulsar la participación del pueblo en los procesos de lucha, debemos reconocer que lo que necesitamos son sujetos [14] revolucionarios, y no objetos que sean utilizados por los “revolucionarios”. Esto significa que nuestra tarea no se limita “a llevar las ideas y propuestas del partido hacia la población en el supuesto de que ella es sólo 'fuerza material de realización de las ideas-verdades del partido'” [15] sino que debemos ser capaces “de concertar voluntades, abrir los espacios a las mayorías, conscientes de que los desafíos reclaman su involucramiento pleno” [16] . Nuestra tarea, pues, es construir conciencia.
¿Pero qué significa esto de construir conciencia?
Cuando hablamos de construir conciencia, hablamos fundamentalmente de la capacidad del pueblo para identificar las raíces de sus problemas económicos, políticos, y sociales, sembradas en el sistema de relaciones sociales capitalista y patriarcal, así como de la necesidad de la transformación profunda de su entorno. La conciencia se construye a partir de la realidad y la reflexión sobre la realidad, es decir, es un error pensar que le vamos a enseñar al pueblo que está siendo oprimido, pues por su experiencia de vida, esto es parte de su realidad, y nadie sabe más de la opresión que el pueblo oprimido. Está ya en la conciencia del pueblo el sentir la realidad de explotación y opresión. Sin embargo, construir la conciencia significa que, a partir de estas realidades, podemos contribuir a identificar las causas y mecanismos de la opresión, que en muchos casos no son evidentes. Es decir, podemos aportar elementos para la reflexión con el pueblo y como parte del pueblo sobre el funcionamiento del sistema que produce esa realidad de la que parte la experiencia.
Ahora bien, construir conciencia también es contribuir a la visibilización de la necesidad de cambio, es decir, no sólo identificar las causas sistémicas de la opresión sino la necesidad y posibilidad del cambio. En muchos casos esto también ya es parte del sentir y el pensar del pueblo, como en los casos de las comunidades más marginadas, en donde se lleva a cabo una lucha día con día por cambiar su realidad. Sin embargo, existen otros casos en donde a pesar de la experiencia de vida en una realidad de explotación y marginación, el sistema ha logrado imponer la visión de la inevitabilidad, es decir, de que no se puede cambiar y no hay alternativa. Esto es evidente en algunos comentarios con gente del pueblo que nos dice “esto nunca va a cambiar” o “no hay de otra”. Como ya mencionábamos, el Estado actual no sólo gobierna con medios coercitivos e impositivos, sino que en mayor o menor medida busca crear hegemonía, es decir, busca también a través de sus aparatos ideológicos hacer que el pueblo oprimido acepte su opresión, que esté de acuerdo con su opresión. A través de las instituciones educativas, de la iglesia, de los medios de comunicación, de los intelectuales de las clases dominantes, el Estado busca crear un consenso en las clases dominadas que justifique el dominio de las clases dominantes. Todo esto hace que algunos sectores del pueblo oprimido comiencen a interiorizar la idea de que es inevitable y que no hay alternativa, que el orden actual de las cosas es el único posible. Estos sectores, fundamentalmente se encuentran en el ámbito urbano, estudiantil, en los jóvenes mediatizados por la televisión, las modas, etc., en los obreros, en los sectores afiliados a los sindicatos charros, a los partidos políticos, que han sido convencidos de que cualquier cambio sólo puede ser gestionado por la vía institucional. Es en estos casos en donde la construcción de conciencia debe hacer énfasis en la necesidad de cambio y su posibilidad. La construcción de conciencia debe ir encaminada hacia la construcción de una contra-hegemonía [17] que haga contrapeso a la hegemonía del Estado. Esto quiere decir, que debemos lograr ganarnos las mentes y los corazones del pueblo , de forma que cada vez más sectores comiencen a ver que sí hay opciones, que sí se puede cambiar la realidad, y que no sólo sí se puede cambiar la realidad, sino que es una necesidad para todo aquel que ame la vida y la humanidad.
Esto último es importante porque puede ser que alguien esté consciente de la opresión, de sus causas y de la posibilidad del cambio, pero que no tenga la disposición de actuar activamente en la lucha por ese cambio. Esto se da en muchos casos por el temor a ser reprimido, por estar absorbido en la lucha inmediata por la supervivencia, o simplemente por indiferencia, como es el caso de muchos sectores de la clase media. En este sentido, es importante que la construcción de la conciencia incluya la disposición a luchar.
Para resumir, podemos decir que la construcción de conciencia puede entenderse en cuatro dimensiones, todas complementarias, y todas necesarias para la participación del pueblo en la lucha popular:
1. Conciencia de la realidad de explotación y opresión
2. Conciencia de las causas sistémicas de esta explotación y opresión
3. Conciencia de la necesidad y la posibilidad del cambio
4. Disposición a luchar por el cambio
La relación entre lo económico-social y lo político
Cabe destacar en este punto que la conciencia de lucha, en sus cuatro dimensiones ya señaladas, tiene que desarrollarse en dos niveles relacionados entre sí, es decir, en el nivel económico-social y en el nivel político . Tradicionalmente, la formula para desarrollar la conciencia pasaba del primero al segundo, es decir, se decía que el pueblo primero desarrollaba conciencia en el aspecto económico-social, por demandas economicistas como vivienda, mejores condiciones de trabajo, apoyos para la producción, etc., y posteriormente, los revolucionarios tenían que trabajar para convertir esa conciencia económico-social en conciencia política. En palabras de Isabel Rauber, “la política era considerada un estadío jerárquicamente superior respecto de las prácticas de las luchas sociales y la conciencia en ellas construida. Contraponiendo lo social a lo político, se pretendía que tener conciencia política implicaba el abandono de lo reivindicativo para dedicarse a la militancia político partidaria. Esta era –supuestamente– la única vía para superar la conciencia economicista alienada y la enajenación en sentido general” [18] . Desde este punto de vista, un militante tenía que ser meramente político y su nivel de conciencia, por el hecho de ser sólo político, se consideraba superior al del pueblo que luchaba por demandas económicas o sociales.
En el otro polo, hay todavía activistas que desdeñan el desarrollo de la conciencia política del pueblo y se dedican a promover la conciencia de lucha económico-social del pueblo, enfocándose únicamente a los procesos de gestión, de marchas por derechos laborales, de huelgas estudiantiles, obreras, etc. Sin impulsar el aspecto del desarrollo político de la conciencia de lucha.
Hoy estamos convencidos de que estos dos niveles de conciencia (económico-social y político) no son independientes uno del otro, sino que son complementarios, y están relacionados dialécticamente. Es decir, no puede haber conciencia de lucha que sea puramente económica o puramente política. Es un error separarlas y buscar impulsar sólo un aspecto. De igual forma, ya no podemos pensar que un nivel es superior al otro. En este sentido Ezequiel Adamovsky ofrece un buen análisis que ilustra el por qué de esta interrelación.
Siguiendo a Foucault, Adamovsky nos recuerda que el poder no es algo externo a la sociedad, sino que ha logrado penetrar todos los aspectos de la vida cotidiana. Pensar en la mecánica del poder, nos dice Foucault, es pensar “en su forma capilar de existencia, en el punto en el que el poder encuentra el núcleo mismo de los individuos, alcanza su cuerpo, se inserta en sus gestos, sus actitudes, sus discursos, su aprendizaje, su vida cotidiana” [19] . En otras palabras, el poder no sólo se ejerce desde el gobierno, o desde las estructuras del Estado, sino que ha penetrado en nuestras vidas y relaciones cotidianas. “En la sociedad capitalista, el poder se estructura en dos planos fundamentales: el plano social general (biopolítico), y el plano propiamente político (el estado)” [20] .
El poder político del Estado es algo difícil de ocultar. Este poder se manifiesta en el aparato de Estado, propiamente dicho, en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Se ve todos los días en las policías, en los retenes del ejército, en los juzgados, en los gobernantes, en los partidos políticos, etc. El poder político está ahí en donde se reprime violentamente una manifestación, en las comunidades militarizadas, en los paramilitares que hostigan a los pueblos en lucha, en las detenciones políticas, en los tratados de libre comercio firmados a espaldas del pueblo, en las reformas estructurales que consolidan el despojo de los recursos nacionales.
Sin embargo, lo que quizá no sea tan obvio, es el poder biopolítico . Este poder es el que ha penetrado todos los aspectos de nuestra vida cotidiana (de ahí el prefijo “bio” que significa “vida”). El poder biopolítico se manifiesta en nuestra salud , que depende de las relaciones mercantiles o en los presupuestos del gobierno; en la educación , a la que cada vez tenemos menos acceso por el proceso de la privatización; en la cultura , que se ha ido perdiendo para dar paso a la cultura del McDonalds, de la Coca Cola , de las películas de Hollywood; en nuestro hogar , en donde se reproducen las jerarquías de la sociedad capitalista cuando el jefe del hogar impone su voluntad a su mujer y a sus hijos, o cuando nos sentamos a ver la televisión para que los medios de comunicación nos digan qué pensar y qué sentir; en las calles cuando exigimos que se nos trate de cierta forma en un restaurante o una tienda de abastecimiento porque estamos pagando, y el que paga tiene poder, o en caso contrario, cuando tenemos que agachar la cabeza ante el patrón o ante el marchante que nos compra nuestra mercancía; en nuestro lugar de trabajo cuando nos gritan los patrones, o cuando nos quedamos callados por temor a perder el trabajo; en nuestros gestos y actitudes cuando nuestro criterio de valor se expresa en términos monetarios, es decir, cuando valoramos algo sólo por cuánto cueste, cuando reclamamos nuestra propiedad privada, cuando nos centramos en nuestro interés personal de individuo. Este es el poder biopolítico, el que está en toda nuestra vida, en la salud, la educación, la cultura, el hogar, el trabajo, nuestros gestos y actitudes, etc. “El poder ya no [sólo] domina desde afuera, parasitariamente, sino desde adentro de la propia vida social” [21] .
Ahora bien, la sociedad capitalista actual precisa de ambas formas de poder (el biopolítico y el poder del Estado) para reproducirse. Para los capitalistas, no sería suficiente con el poder biopolítico para dominar al pueblo, pues cuando algún sector de la población se rebelara, o se saliera de ese orden social, no habría cómo reprimirlos. Tampoco se podría administrar la explotación y el despojo en territorios muy amplios sin el poder del Estado. Pero de igual forma, no sería suficiente para los capitalistas el poder del Estado porque entonces, cada vez más gente se rebelaría contra el gobierno. En este sentido, la sociedad actual se mantiene por la relación entre el poder político y el biopolítico.
Si esta es la realidad, nos dice Adamovsky, entonces nuestra estrategia de liberación tiene que tomar en cuenta tanto el poder político como el biopolítico. Dicho de otra forma, nuestra lucha por la liberación, y la conciencia necesaria para desarrollar esta lucha, tienen que tomar en cuenta lo propiamente político, pero que va de la mano con lo social, lo económico, lo cultural, etc. También en estos ámbitos se debe llevar a cabo la lucha por la transformación social.
Entonces, no es suficiente con que desarrollemos una conciencia de lucha política, de la necesidad de la ruptura y de la posibilidad de cambiar al gobierno, sino que además [22] se necesita desarrollar una conciencia de la necesidad de cambiar nuestras formas de relacionarnos con los demás, se necesita democratizar las estructuras de nuestras organizaciones, se necesita luchar por la cultura, se necesita construir procesos autónomos de educación y formación, se necesita luchar por la vivienda y por la salud como espacios de poder popular, etc. Es decir, la lucha también se da en esos aspectos sociales-económicos de nuestra vida. Desarrollar la conciencia en un aspecto tiene que ir acompañado del otro, es decir, no podemos enfocarnos sólo a desarrollar conciencia de lucha económico-social ni tampoco sólo a desarrollar conciencia de lucha política , sino que la conciencia tiene que incluir estas dos dimensiones, sin verlas como distintas o independientes . En este aspecto, Isabel Rauber nos dice que “la articulación de lo reivindicativo y lo político... traza un camino concreto de lucha contra la alienación política y por la democratización de la participación político-social protagónica de los diversos actores sujetos” [23] .
Con todo lo anterior, nos queda claro que la concientización es algo complejo, pero de ninguna manera imposible. Este proceso de construir conciencia debe poder desarrollar la capacidad de identificar las causas sistémicas de los problemas sociales y establecer su relación con lo político, debe dilucidar la necesidad y posibilidad de cambio y generar la disposición de lucha por ese cambio tanto en lo social como en lo político. El proceso de politización toma en cuenta lo político y lo biopolítico. Así, la politización implica darnos cuenta de que la transformación social comienza desde uno mismo, desde su realidad inmediata, aunque no termina ahí; implica identificar y combatir los vicios que arrastramos, pero también construir una cultura alternativa al capitalismo.
III. La participación como organización colectiva
Hasta ahora hemos hecho énfasis en la construcción de conciencia. Comenzamos el apartado anterior diciendo que impulsar la participación popular es construir conciencia, que no puede haber participación popular sin conciencia. Estamos convencidos de que ésta es una condición necesaria para la participación; Sin embargo, la conciencia no es una condición suficiente para la participación. Esto quiere decir que existe otro factor igualmente necesario para la participación, es decir, la organización .
Para que la conciencia popular sea una conciencia revolucionaria, esta tiene que materializarse en procesos organizativos. Recordemos que uno de los elementos de la conciencia revolucionaria es precisamente la disposición a luchar por el cambio. Ahora bien, esta disposición de lucha no puede satisfacerse si se limita a lo individual, es decir, si no se traduce en organización colectiva. Si bien es cierto que los seres humanos somos agentes, también es cierto que somos agentes de cambio en tanto que somos seres sociales, es decir, que nuestra capacidad de transformar la realidad es únicamente posible como proceso colectivo. Recordemos que nuestra esencia como especie humana es precisamente el conjunto de nuestras relaciones sociales. Es decir, todo nuestro entorno, toda nuestra realidad es construida históricamente a través de la interrelación de los seres humanos como seres sociales. Pues bien, así como nuestra realidad es el producto de la interacción entre sujetos sociales, así mismo, la transformación de la realidad presupone la interacción los sujetos sociales. Es decir, la realidad no se construye ni se transforma a partir de procesos individuales, sino de procesos colectivos.
Aunque esto pareciera ser obvio, no son pocos quienes han perdido de vista esta norma básica, y han centrado su actividad “revolucionaria” en individualidades, ya sea hacia sí mismos, o hacia caudillos o dirigentes mesiánicos. En el primero de los casos, hay quienes pretenden cambiar al mundo por medio del estudio, el desarrollo y el crecimiento individual, pero alejados de todo proceso colectivo. Así, estas personas pueden alcanzar un entendimiento de algunos aspectos de la realidad como la explotación y la opresión, así como de sus causas; pueden darse cuenta de la necesidad de cambio y pueden también querer cambiarla; sin embargo, su actividad siempre estará limitada porque no se dan cuenta de que la única forma de cambiar la realidad es mediante procesos de acción colectiva. Entonces, podemos decir que en estos casos, existe una conciencia crítica individualista, más no una conciencia revolucionaria.
También existen compañeros que piensan que la transformación de la realidad se puede dar a partir de caudillos, es decir, de individuos iluminados a quienes hay que seguir y apoyar ciegamente. En este caso, también puede ser que se tenga una conciencia de la necesidad de cambio y se quiera cambiar la realidad, pero esta conciencia también es limitada pues no logra traducirse en organización y asume que la realidad es producto de voluntades individuales. En este caso, podemos decir que existe una conciencia mesiánica de la lucha, pero no una conciencia revolucionaria.
Desgraciadamente, los pueblos latinoamericanos se han caracterizado históricamente por su conciencia mesiánica, en el sentido de que recurrentemente depositan sus esperanzas de cambio en caudillos y líderes carismáticos. En muchos casos, estos líderes han sido verdaderamente personajes excepcionales, como es el caso de Fidel Castro. Sabemos que la Revolución Cubana debe muchos de sus éxitos y su continuidad a la capacidad analítica y el genio de Fidel, que supo aprovechar las condiciones de descontento que había en la Cuba de Batista, así como la debilidad del imperio y sus contradicciones para llevar la revolución a su consumación. Otro caso es el de Manuel Marulanda, Tirofijo, en Colombia, quien fue artífice del crecimiento militar y político que han tenido las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), así como de su capacidad de continuidad, después de más de 40 años de lucha. Sin embargo, el genio de estos caudillos y dirigentes, muchas veces, ha repercutido en el surgimiento de un culto a la personalidad que obscurece el protagonismo de las masas, del pueblo organizado, en los procesos de lucha. Las masas comienzan a creer que los triunfos en la lucha se deben al caudillo y no a la colectividad y la organización del pueblo, en la que se aprovechan las virtudes de luchadoras sociales, de combatientes, teóricos lúcidos y dirigentes. Ni el más audaz de los caudillos podría incidir en la transformación social sin la fuerza de un pueblo en lucha.
El culto a la personalidad, además de sobredimensionar el impacto de la participación de algunos individuos en los procesos de lucha, provoca necesariamente una pasividad en las masas, que comienzan a esperar que alguien venga de afuera a producir el cambio social que tanto esperan. Así, cuando un caudillo es detenido o asesinado por el Estado, los pueblos con conciencia mesiánica, no encuentran otra opción más que esperar al siguiente caudillo que los pueda liberar. El culto a la personalidad, sobra decir, hace mucho daño a los procesos de lucha. Incluso, se comienza a desarrollar una cultura clientelar, o del asistencialismo, que sólo encuentra la solución a sus problemas sociales en dádivas de fuera, en procesos externos. Muchos de nuestros pueblos hoy, siguen esperando al próximo candidato que sí les va a cumplir.
Nos damos cuenta entonces, que no puede existir una conciencia revolucionaria que sea sólo individual –si bien es en la persona de cada militante y luchadora social que se plasma y se ejerce esa conciencia– sino que para que la conciencia sea revolucionaria, ésta tiene que ser colectiva, y para que sea colectiva, necesariamente tiene que partir de procesos organizativos grupales o colectivos, es decir, de la conjunción de voluntades y acciones, de la articulación entre los sujetos sociales. Esto nos indica que la principal tarea para quienes buscan transformar la realidad es, además de la construcción de conciencia, construir organización. En otras palabras, nuestra tarea debe ser la construcción de pueblo organizado.
IV. La participación militante
Hay hombres que luchan un día y son buenos,
Hay otros que luchan un año y son mejores,
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos,
Pero hay los que luchan toda la vida... esos son los imprescindibles.
- Bertolt Brecht
Efectivamente, la construcción del pueblo organizado presupone la participación popular, consciente, colectiva y organizada. Sin embargo, hay diferentes tipos y niveles de participación. Algunas veces unos grupos de activistas forman colectivos en torno a demandas inmediatas que se consideran concretas (programas de salud, educación gratuita, libertad a los presos políticos, respeto a los derechos humanos, defensa de la tierra, protección al medio ambiente, etc.,) otras veces a demandas más abstractas o generales (libertad, democracia, equidad, dignidad, etc.) Algunos de estos colectivos pueden variar en tamaño desde algunos cientos, hasta colectivos de dos o tres personas. Utilizan variadas formas de organizarse, como los círculos de estudio, colectivos de teatro, arte, grupos de presión, grupos de solidaridad, organizaciones estudiantiles, círculos obreros, brigadas, bandas etc. Muchas veces, estos colectivos están vinculados unos con otros a través de la solidaridad, aunque no exista ningún vínculo orgánico necesariamente. Otras veces, el pueblo se organiza en comunidades o barrios enteros en resistencia. Estas luchas pueden ser reactivas, es decir, que responden a la ofensiva del Estado, por ejemplo, cuando éste amenaza con quitarles la tierra [24] , o afectar el medio ambiente [25] , o para destituir algún gobernador o funcionario corrupto. En otros casos, la organización de la comunidad es proactiva, es decir, no sólo reacciona ante la embestida del Estado, sino que toma la iniciativa en su proceso de organización, y comienza a construir espacios autónomos, en lo político, económico, cultural, etc [26] .
Todas estas luchas son sumamente importantes y la participación del pueblo en ellas es fundamental, pues es precisamente en estos espacios de resistencia en donde se está gestando el embrión de la rebeldía. Sin embargo, éstas no son suficientes para la transformación social si se mantienen aisladas y atomizadas, sin formar parte de un proyecto político [27] amplio e integral que no sólo construya la resistencia, sino que esté orientado hacia la ruptura con el sistema capitalista y hacia la construcción aquí y ahora de la sociedad nueva, un proyecto de lucha que vincule lo político con lo económico, social, cultural, ideológico, etc. Concebir la resistencia de forma atomizada evita ver la integralidad del sistema capitalista, que funciona como una totalidad que ejerce su dominación en todos los aspectos, desde el poder político hasta el biopolítico, desde lo económico hasta lo social y cultural, a través de la coerción pero también de la sumisión ideológica. Este es un error característico de aquellos que basan su práctica en las “políticas de identidad” [28] que buscan llegar a una transformación social en el terreno de lo simbólico, de la construcción del individuo diverso, pero desligado de la totalidad del sistema. Por el contrario, la vinculación orgánica de las diferentes luchas, resulta en algo más que la suma de las resistencias. Resulta precisamente en la articulación entre lo político y lo biopolítico, en la integralidad de las alternativas o propuestas de ruptura con el actual estado de cosas. Es precisamente esta unidad de lo diverso, lo único que puede ofrecer una alternativa real al sistema capitalista en tanto que en la resistencia se va construyendo el tejido de la nueva sociedad; en el proceso de ruptura del sistema de opresión nace la alternativa de poder. De las ruinas de Ilión surgen las Acrópolis del mañana... pero de ese mañana que ya empezó precisamente hoy.
Ahora bien, no estamos sugiriendo aquí una organización rígida, vertical y jerárquica, como los partidos tradicionales, que desde su Comité Central podían imponer una línea política totalizante que sería seguida ciegamente, sin ser cuestionada, por todas las diferentes estructuras del partido, así como por sus organizaciones de masas. Este esquema pretendía homogeneizar una sola visión, una sola identidad, un sólo camino por el que todos los sectores explotados tendrían que marchar, revistiéndose de una uniformidad de pensamiento y práctica, negando la realidad misma, que como ya antes mencionábamos, nos presenta un sujeto amplio, heterogéneo, complejo y diverso. Por el contrario, cuando hablamos de vincular orgánicamente las diferentes luchas, nos referimos precisamente a ese instrumento (o instrumentos) amplio que permitirá potenciar la diversidad del pueblo dentro de una alternativa de poder integral, nos referimos a la unidad de lo diverso “a lo práctico” como diría Althusser.
Este instrumento organizativo, requiere necesariamente de un nivel de participación que vaya más allá de lo espontáneo, más allá de lo coyuntural, es decir, requiere de la participación militante, requiere de la acción estratégica de militantes comprometidos con la lucha del pueblo. Por supuesto, todo tipo de participación en la lucha es necesaria para la transformación; sin embargo, consideramos que la participación militante es pues, imprescindible, en la construcción de un proyecto de ruptura y de una sociedad alternativa.
¿Qué significa la participación militante?
Cuando hablamos de militancia nos referimos a un compromiso de lucha, con un proyecto integral de transformación social; un compromiso que lleve la práctica política de lo espontáneo y coyuntural a lo estratégico; un compromiso con la liberación de nuestro pueblo. La militancia implica una forma de vida dentro de la lucha, implica una constante preparación y formación teórica y práctica. La militancia es un compromiso y entrega con el pueblo en lucha, a través de un proyecto integral de acción, que es el instrumento por medio del cual se realiza este compromiso. Todo proyecto de transformación social cuenta con colaboradores y simpatizantes, según las posibilidades y la disposición de los individuos, sin embargo, son los militantes quienes forman la columna vertebral de la organización.
Los militantes deben de conocer bien los objetivos y los principios de la organización, los planteamientos políticos, sus bases teóricas, su metodología, su estilo de trabajo, etc. El militante tiene el deber de fortalecer su proyecto de lucha, de hacerlo viable, de defenderlo, pero ante todo, tiene también el deber de dar por terminada su militancia en ese proyecto cuando considere que no se está realizando ahí su compromiso con el pueblo. En este sentido, la militancia no es ciega sino que se deriva del compromiso que tiene el militante con la transformación social, y es este compromiso el que debe prevalecer ante todo. Por ello varios movimientos sociales hoy le han dado el nombre de mística a ese compromiso, no de palabra sino de vida con la lucha liberadora de los pueblos.
El nivel y el tipo de militancia dependen también de las condiciones históricas (objetivas y subjetivas) en que se desarrolle la lucha, así como del nivel de contradicción o antagonismo entre las clases. Esto quiere decir, por ejemplo, que en circunstancias en donde la lucha ha pasado ya a niveles de violencia intensa, o cuando ésta se desarrolla en un clima de criminalización, terrorismo de Estado o de fascismo, la militancia puede requerir de formas de vida más duras, como la clandestinidad o la constante persecución, y se tienen que seguir una serie de medidas de seguridad más rígidas, mientras que cuando la lucha es fundamentalmente política, y no se ha llegado a esos niveles, la militancia implica otras formas menos estrictas. Sin embargo, lo que define a la militancia, en cualquiera de estos casos, es que se trata de una forma de vida en la lucha, que requiere de disciplina y entrega; una entrega consciente a la causa de la liberación de nuestro pueblo, a través de sus instrumentos de lucha.
Ahora bien, cuando decimos que la militancia es una forma de vida y que ésta tiene que observar cierta disciplina, no queremos decir con esto que tenga necesariamente que sacrificar nuestra vida personal, ni que esta disciplina sea una disciplina mecánica que anteponga las obligaciones de la organización al interés personal. Este ha sido uno de los principios de la militancia en algunas organizaciones políticas, que han exigido a sus militantes la total entrega y sacrificio por su organización, por encima de sus intereses personales, llegando a borrar incluso al sujeto, el cual se convierte en un simple medio –objeto– para la realización del interés organizativo. En algunos casos, compañeros artistas, o escritores, o que destacaban en alguna actividad, tenían que dejar sus intereses, pues las necesidades del partido requerían que cubrieran otras necesidades más importantes, aun a costa de su propia satisfacción. Esta forma de militancia ponía en contradicción y abierto antagonismo al individuo frente al colectivo, al interés personal frente al interés de la lucha.
Este dilema entre la vida personal y la vida militante, de hecho, ha existido desde tiempos inmemoriales, y no se reduce al ámbito de la lucha política. Este ha sido un tema recurrente en el desarrollo de las civilizaciones y se ha reflejado en su literatura. Cuando Odiseo, por ejemplo, trata de convencer a Aquiles de que no abandone el combate en Troya, éste le revela el dilema que le fue anunciado en voz de su madre, la diosa Tetis: “Si me quedo aquí a combatir en torno de la ciudad troyana, no volveré a la patria tierra, pero mi gloria será inmortal; si regreso, perderé la ínclita fama, pero mi vida será larga, pues la muerte no me sorprenderá tan pronto” [29] . En este caso, el dilema se presenta entre la entrega a una larga vida familiar, personal y tranquila, que le es prometida a Aquiles si abandona la lucha, o una corta vida llena de dificultades y sacrificios en el combate, pero que resultará en la trascendencia de sus acciones a través de las generaciones.
Quizá sea mejor y más ilustrativo el caso de la literatura del folklore celta y las leyendas de caballeros medievales para ejemplificar este dilema. Casi la totalidad de los relatos artúricos se desarrollan en un conflicto constante entre el deber y el amor, entre el honor y el bienestar personal. El héroe de estas leyendas, es siempre un caballero andante, de la corte del Rey Arturo, que movido por el deseo de conquistar el honor tiene que llevar a cabo alguna empresa, por lo que ésta se vuelve su único objetivo, y deja todo atrás obsesivamente. El cumplimiento de la empresa se vuelve su destino, pero para poder lograrlo, el caballero tiene que sufrir numerosas dificultades y sacrificios, arriesgando incluso hasta su propia vida. El éxito, sin embargo, depende en gran medida de su lealtad y su disposición a dejar todo por el deber. En la búsqueda del Grial [30] , Perceval consigue llegar hasta el Castillo del Grial gracias a sus sacrificios, entre los que están incluso el amor a su madre, quien muere por el abandono de su hijo. Por el contrario, Gawain, fracasa constantemente pues sucumbe ante los placeres mundanos al quedar atrapado en el Castillo de las Damas. Quien logra finalmente llegar hasta el Grial es Galaad, el más puro de los caballeros, pues es él quien sacrifica todos los placeres anteponiendo siempre el deber. El caso de Lanzarote, es quizá el mejor ejemplo del polo opuesto, pues éste, a pesar de ser el mejor de los caballeros del Rey Arturo, no consigue tener éxito, pues se ha entregado al amor de la Reyna Ginebra. Este amor prohibido lo obliga a tener que decidir una y otra vez entre su lealtad al Rey Arturo y su amor por Ginebra. En última instancia, es esta pasión amorosa –que pone en entredicho el honor y el deber– la que logra finalmente destruir el reino artúrico. [31]
En un caso todavía más drástico, Oliveros de Castilla, un caballero andante que fue desterrado de su propio reino al peligrar su honor, no duda en matar a sus dos hijos –a pesar del terrible dolor que esto le causa– para con su sangre recompensar los servicios de su leal compañero, Artus Dalgarbe, y está incluso dispuesto a quitarle la vida a su propia esposa para cumplir su palabra empeñada y así salvar su honor [32] . Ante el dilema entre el amor de padre o de esposo y el deber, un caballero no tendría la menor duda, tendría que primar el deber.
Pues bien, este esquema de honor caballeresco se puede reflejar muy bien en las organizaciones políticas, que tradicionalmente han antepuesto el deber antes que la satisfacción personal, o que el amor familiar. La tesis que aquí presentamos, sin embargo, es que este dilema sempiterno puede no ser tal, es decir, su resolución no tendría que pasar por el sacrificio de uno u otro polo. De hecho, el tener que escoger, por ejemplo, entre la familia y la lucha, ha hecho que muchas veces compañeros valiosos opten por dejar la lucha. O por el contrario, compañeros que al sacrificar todo por la causa del pueblo, han terminado por aislarse totalmente de sus familiares y amigos, con quienes entran en fuertes conflictos, lo que al final de cuentas los va desgastando psicológica y emocionalmente.
Cuando hablamos de que la lucha tiene que ser un proyecto de vida no queremos decir con ello que se pierda nuestra vida por la lucha, sino que nuestra vida camine en una orientación de lucha revolucionaria, que nuestros placeres y satisfacciones personales, como la vida de pareja, la vida familiar, la formación académica, etc., se conjuguen con los procesos de lucha; que nuestras capacidades e intereses personales, como podrían ser el arte, la música, la danza, la escritura, la informática, la radioafición, etc., no se vuelvan obstáculos para la militancia ni queden enterrados debido a las tareas del partido, sino que puedan encontrar su desarrollo en la lucha y potenciar a la organización. Por supuesto, tampoco se puede sacrificar la lucha por el interés personal. Tiene que haber un balance entre estos dos polos. Si bien es cierto que este balance es difícil de lograr, creemos que es imprescindible para la continuidad de toda organización política.
Este balance no se entiende como una simple unión de dos partes, en el sentido de que exista la vida personal aparte de la vida política y sólo se necesite sumar estas dos, o llevarlas de forma paralela. Esto presupondría una vida política diferente a una vida personal, como dos ámbitos de vida independientes uno del otro. Lo que queremos decir aquí es que la vida política es también la vida personal. En este sentido, el reto es crear una vida de lucha en la que haya desarrollo personal y colectivo, una vida de lucha en la que haya amor, humor, creatividad, apoyo mutuo, dinamismo, etc. Todo militante necesita buscar la conjugación de su proyecto de vida con su proyecto de lucha.
V. Obstáculos para la participación popular
Después de haber identificado la necesidad de una organización militante y un proyecto de ruptura, debemos ahora ubicar algunas prácticas, actitudes y acciones organizativas que pueden inhibir la participación popular. Esto para evitar que, como se ha visto una y otra vez, el instrumento de lucha del pueblo, en lugar de potenciar su causa, se empiece a convertir en un obstáculo a vencer. Como decíamos al principio, muchas veces nos encontramos con que a pesar de que las condiciones objetivas para la lucha están dadas, es decir, hay miseria, explotación, descontento, etc., el pueblo no sólo no toma parte en las organizaciones populares, sino que además, en ocasiones les tiene cierta desconfianza y recelo, y se aleja de ellas, llegando incluso a adoptar posiciones de derecha. ¿Por qué sucede esto? ¿Qué hace que una organización en lugar de atraer al pueblo, lo aleje?
Pues bien, podemos dividir estos obstáculos en dos, 1) los que tienen que ver con la práctica de la organización, es decir, cuando ésta es incongruente con sus objetivos, y 2) los que tienen que ver con los objetivos mismos de la organización, con su contenido programático.
La práctica incongruente
Cuando una organización está luchando por construir una sociedad democrática, una sociedad sin explotación, sin discriminación, en donde se respeten los derechos humanos, esta organización no puede para lograr su objetivo, ser antidemocrática, o discriminar, o violar los derechos humanos. No se puede luchar por la igualdad cuando se práctica la desigualdad, o luchar por el respeto y la dignidad, cuando en la practica no se respeta a los individuos. No se puede luchar por la libertad cuando se practica el machismo, el sexismo o el autoritarismo. Pues bien, estos principios que parecieran ser sentido común, son en la mayoría de los casos problemas que se reproducen una y otra vez en la práctica política. Este tipo de incongruencia entre los objetivos declarados de una organización y su práctica, hace que el pueblo desconfíe del alcance de la lucha de esa organización y que se desencante de ella, provoca una falta de credibilidad.
Todo discurso de libertad suena necesariamente hueco frente al pueblo cuando en su práctica se reproducen las relaciones patriarcales, cuando los compañeros son machistas, cuando a las mujeres se les discrimina directa o indirectamente. Aquí tenemos que resaltar que en la mayoría de las organizaciones políticas, las mujeres han tenido que enfrentarse a mayores obstáculos que los hombres, pues sufren desde acoso sexual, hasta el hecho de que no se les tome en serio o se les pretenda relegar a tareas superficiales, o incluso se les llega a condenar a reproducir su papel de cuidadoras del hogar. Así, cuando hay alguna reunión o algún evento, casi siempre son las compañeras quienes terminan cocinando o limpiando, mientras que los compañeros son los que toman los papeles protagónicos. Los puestos de dirigencia están dominados por compañeros, mientras que en los niveles más bajos, son casi siempre las mujeres las que tienen que hacer los trabajos más tediosos. Esta realidad no es fortuita, sino que es el reflejo de un machismo velado al interior de las organizaciones, lo que comienza a hacer que las mujeres no se acerquen a la organización, pues en los hechos, sienten que la opresión de género no encuentra solución en la lucha de esa organización. No es casualidad que muchas veces la proporción de hombres y mujeres militantes esté inclinada hacia los varones.
El autoritarismo, por su parte, también se vuelve un obstáculo importante para la participación popular, pues en las organizaciones autoritarias, el pueblo, en lugar de reafirmarse como sujeto de su propia transformación, se comienza a tratar como incapaz de tomar sus propias decisiones, como quien no puede pensar por sí mismo y sólo tiene que responder a la autoridad central. El autoritarismo inhibe la discusión, el debate, la crítica, etc., lo que impide que la organización autoritaria pueda desarrollarse. Como sabemos, todo desarrollo organizativo y político es el resultado de la relación dialéctica entre los conceptos y verdades ya adquiridos, y la práctica que va resultando en nuevos conceptos. Esto significa que la crítica y el debate, los errores, y el aprendizaje que se deriva de ellos, son imprescindibles para el avance de toda organización. Una organización autoritaria no sabe escuchar a sus militantes o al pueblo, sino que se piensa conocedora de toda verdad. Esto se refleja también en una separación con el pueblo, pues éste al no sentirse escuchado, desconfía de quien le venga a vender verdades.
Otros ejemplos de prácticas incongruentes son el sectarismo, el burocratismo, el paternalismo, el pragmatismo, el despotismo, la falta de autocrítica, etc. Todas estás prácticas no sólo debilitan a la organización misma, sino que hacen que el pueblo se vuelva escéptico y se desencante de la lucha política y social. Pero no sólo es el pueblo el que se desencanta, sino que muchas veces los mismos militantes de una organización comienzan a alejarse o a caer en desviaciones personales al encontrar que su organización no responde a las expectativas que tenían de ella. Así, cuando una organización comienza a actuar incongruentemente, se produce un choque con el ideal del militante, quien tiende a desmoralizarse. Cuando hay desmoralización en los militantes de una organización, también se comienzan a dar problemas personales, emocionales, de estilo, etc. Finalmente, como la relación entre la organización y el militante es dialéctica, cuando los militantes tienen problemas personales y están desmoralizados, la organización también se debilita, y se intensifican las incongruencias en su práctica. Esto es un círculo vicioso.
Cuando la organización no presenta una alternativa viable al pueblo
La participación del pueblo no sólo se puede desalentar a partir de las prácticas incongruentes, sino que también es el resultado de una incapacidad de las organizaciones de ofrecer alternativas viables que resuenen en la realidad cotidiana del pueblo. En la mayoría de los casos, la izquierda y los movimientos sociales y políticos congruentes basan su práctica y su discurso únicamente en la idea de una ruptura con el régimen actual, con el orden social, con el sistema imperante. Por supuesto, la ruptura con el régimen, no nos cansamos de decirlo, tiene que ser parte fundamental de los objetivos y el contenido programático de la organización, si es que ésta verdaderamente aspira a una transformación profunda. Sin embargo, la ruptura por sí misma no es suficiente para que el pueblo tome en sus manos la lucha y participe de las organizaciones. Por el contrario, el pueblo no está dispuesto a sacrificar su cotidianeidad, o a poner en riesgo su vida tal y como es, únicamente por la promesa de un futuro, por la promesa de un conflicto, de una tensión, de un choque, a partir del cual se deriva un futuro.
Esto se vuelve obvio cuando vemos a muchas organizaciones políticas y sociales que se forman a partir de una negación, es decir, en oposición a algo, en contra de algo. Por ejemplo, tenemos los movimientos anti-capitalistas, anti-neoliberales, los frentes anti-represión, anti-discriminación. Surgen los colectivos contra la brutalidad policiaca, contra la explotación, etc. En todos estos casos, la movilización se da en torno a una oposición a algo, a un sistema de opresión; una oposición a algo que se busca destruir. Esto no está mal. Es necesario. Sin embargo, nos ha faltado ir más allá de la destrucción y comenzar a ver la construcción de lo alternativo. Nos dice Ezequiel Adamovsky que toda “ política emancipatoria que, como programa explícito y/o como parte de su ‘cultura militante’ o su ‘actitud’, se presente como una fuerza puramente destructiva del orden social (o, lo que es lo mismo, como una fuerza que sólo realiza vagas promesas de reconstrucción de otro orden luego de la destrucción del actual), no contará nunca con el apoyo de grupos importantes de la sociedad. Y esto es así sencillamente porque los prójimos perciben (correctamente) que tal política pone seriamente en riesgo la vida social actual, con poco para ofrecer a cambio”. [33]
El pueblo ya no está dispuesto a poner en riesgo su “normalidad” por la vaga promesa de que en el futuro, los revolucionarios le van a ofrecer una mejor vida que la actual. Esto significa que el gran reto de las organizaciones populares es, además de luchar por la ruptura con el régimen, comenzar a construir desde ahora esas alternativas de sociedad, esas alternativas de poder popular que tengan resonancia en su realidad cotidiana, que se puedan comenzar a experimentar ya, a vivir ahora, no “después de la revolución” y que sufran sus correctivos, una y otra vez que el pueblo organizado lo requiera. Ya “no hay futuro para una estrategia (o una actitud) puramente destructiva que se niegue a pensar la construcción de alternativas de gestión aquí y ahora , o que resuelva ese problema o bien ofreciendo una vía autoritaria y por ello inaceptable (como lo hace la izquierda tradicional)”. [34]
Construir el poder popular en el presente, en la realidad inmediata del pueblo, tanto a nivel macro, como a nivel micro, es esencial para la transformación social. Este poder popular debe ir construyendo las alternativas y resolviendo las necesidades tanto en lo político (como formas autónomas de gobierno) y económico (procesos de producción autogestivos y comunales) como en lo social y cultural (instituciones autónomas de salud, de educación, de comunicación popular, etc.,) así como en lo que se refiere a la protección misma de estos procesos, como es la autodefensa y los procesos de impartición de justicia popular. Para esto se necesitan conocimientos y habilidades en el manejo de herramientas como el lenguaje, como la planeación participativa, como la animación festiva, como la valoración del ejemplo, como el apoyo mutuo ante situaciones difíciles de la militancia y de la vida cotidiana de los que luchamos por una nueva sociedad.
Si las organizaciones populares no son capaces de ofrecer desde ya esas alternativas viables de vida digna y de poder popular, y no sólo la promesa de un futuro mejor después de la ruptura con el régimen, se corre el riesgo de que el pueblo no sólo no participe sino que comience a adoptar posturas reaccionarias al percibir en las organizaciones revolucionarias y de ruptura una amenaza a su cotidianeidad y a sus libertades de sentir, pensar y actuar de acuerdo con sus ritmos y sus alcances.
VI. Formas de impulsar la participación
Finalmente, presentamos aquí una lista de consejos prácticos para impulsar la participación del pueblo en la lucha social. Esta lista es el resultado de una serie de discusiones con diversas organizaciones y movimientos sociales, que a partir de su práctica han comenzado a desarrollar esta reflexión-acción, que es fundamental para el desarrollo de la lucha. No pretende ser exhaustiva ni completa, sino únicamente enumera algunas ideas que pueden ser útiles para la participación popular.
Partir de la realidad del pueblo : Por ejemplo, las primeras reuniones son convocadas a partir de las necesidades de la comunidad, de la gente. Se tiene que tomar en cuenta la idiosincrasia de la comunidad o el sector con el que se trabaje, conociendo sus tradiciones culturales, su idioma, sus formas de expresión, cosmovisión, etc. En este sentido el discurso del militante tiene que ser entendible por la comunidad, tiene que hablar de lo que les interese, de lo que le resuene al pueblo en su realidad.
Promover la democratización de la organización : Esto significa que se tienen que impulsar la democracia y la horizontalidad al interior de la organización. Descentralizar las tareas y la toma de decisiones, la cual tiene que ser colectiva. Implementar la dirección colectiva.
Respetar las diferencias : En la medida de lo posible, la organización debe buscar ser diversa, pues sólo así será verdaderamente representativa del pueblo que es diverso y heterogéneo.
Confiar en el pueblo : Nadie conoce mejor su realidad que el pueblo mismo, que es el que siente la explotación y la opresión. Esta confianza en el pueblo presupone dejar de lado la actitud de iluminados, que dice que sólo los militantes pueden sacar al pueblo de su engaño. De este modo, es necesario vencer al paternalismo y a la cultura clientelar, buscando siempre que el pueblo se afirme y comience a tomar las riendas de su propio destino, que sean ellos quienes resuelvan sus problemas sin que se tengan siempre que imponer pautas desde afuera. Los militantes deben estar siempre dispuestos a oír a la gente y a tomar en cuenta sus opiniones.
Construir la mística revolucionaria : Es importante siempre construir una identidad y un sentido de pertenencia a la lucha, de modo que el pueblo organizado y en lucha se sienta parte de algo mayor, de algo más grande y milite con gusto en sus organizaciones.
Mantener siempre una ética política : El fin no justifica los medios. Como ya ha sido mencionado antes, no es posible construir la libertad y la igualdad a partir de su antítesis. Es por esto que para ser congruentes con los objetivos de la lucha, siempre se debe actuar éticamente en ella.
Convertir la lucha en un proceso pedagógico : El proceso formativo nunca termina y quien piensa que ya tiene toda la verdad o que no puede equivocarse, deshecha toda posibilidad de desarrollo. Es por esto que es de suma importancia aprender de cada momento de la lucha. De este modo, la lucha se vuelve un aprendizaje tanto para el militante, como para el pueblo.
Impulsar la parte cultural y artística de la lucha : En muchas ocasiones, las organizaciones políticas adquieren un tono solemne y una exagerada rigidez y formalidad. Los discursos se vuelven monótonos y aburridos, la lucha se convierte en algo que no se disfruta, sino algo que se tiene que aguantar. No es extraño que el pueblo no quiera participar. Es preciso entonces, llenar de color la lucha, llevar la revolución hasta los bailes populares, las canciones, los chistes, las celebraciones. Hacer de la lucha un arte y una fiesta.
Reconocer las limitaciones particulares de algunos individuos : Esto significa que todos pueden participar de acuerdo a sus posibilidades y a sus capacidades. Pero no se debe exigir lo mismo a todos, pues habrá quienes por sus condiciones de edad, ánimo, disposición de tiempo, sentimientos, preferencias, enfermedades, etc., no puedan dar lo mismo que otros. Es importante reconocer y valorar lo mucho o poco que cada quien pueda aportar a la lucha.
Desarrollar la crítica y la autocrítica : Toda organización que no acepta la crítica y no practica la autocrítica es una organización derrotada, sin posibilidad de asimilar la realidad y de avanzar. La crítica no es algo malo. Por el contrario, la crítica debe ser algo que se debe buscar e impulsar, pues todos, absolutamente todos los seres humanos cometemos errores. El punto es lograr identificarlos y mejorarlos.
No menospreciar las opiniones de los jóvenes : Muchas veces, las organizaciones políticas comienzan a ser dominadas por sus direcciones históricas, imposibilitando la reproducción generacional de la misma. Esto se puede ver cuando son pocos los jóvenes en las organizaciones, o cuando se les menosprecia por “no tener experiencia”. Muchas veces, lo que se necesita precisamente es la visión de los jóvenes para poder hacer avanzar a las organizaciones.
No se debe subestimar o sobrevalorar a nadie : Del mismo modo que nadie es redundante, tampoco nadie es imprescindible. Esto significa que todos, por más insignificante que sea su participación, tendrán algo que aportar a la lucha, mientras que nadie sabe demasiado como para no poder aprender.
No prometer lo que no se puede cumplir : Cuando el pueblo crea expectativas, y éstas no se cumplen, esto puede resultar en una fuerte decepción y un alejamiento de la lucha. Es por esto que no se deben hacer “promesas de político” queriendo con ello atraer al pueblo.
Multiplicar las herramientas de comunicación popular : Es de suma importancia hacer uso de los medios de comunicación, y buscar que el pueblo tenga acceso a ellos. Mientras que los medios masivos de comunicación son un pilar fundamental del sistema capitalista, los medios populares de comunicación deben lograr hacerles contrapeso. Es indispensable desarrollar proyectos de radios comunitarias, periódicos populares, propaganda, agitación y difusión, utilizar la tecnología actual, como el Internet, los DVDs, audio y video, etc.
A manera de conclusión, podemos decir que la participación del pueblo en la lucha depende de muchos aspectos y no es algo para lo que existan recetas o fórmulas mágicas, sino que se deriva del carácter de la lucha misma, de sus objetivos, de su contenido, del método, del estilo y de la congruencia de la organización. Impulsar la participación popular no es algo sencillo, requiere de un esfuerzo largo y difícil, requiere de un compromiso militante con la lucha, y sus pocos resultados pueden hacer que muchos se desanimen fácilmente al creerse solos y aislados en su ánimo de transformar la sociedad. Sin embargo, a pesar de estas dificultades, pensamos que la participación popular es indispensable para toda transformación. La sociedad socialista sólo puede ser el resultado de la acción del pueblo, y no de unos cuantos. Es por esto que esperamos que este trabajo pueda ser de utilidad para los procesos de lucha popular y sobretodo, esperamos que ese pueblo organizado, ese pueblo que hoy construye su destino, se vaya multiplicando y comience ya a escribir su propia historia.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

BREVE INFORME DE LA LUCHA EN VIVEX

**Empleados De Vivex Solicitan Restituir Puestos De Trabajo: Durante la asamblea realizada el 12 de diciembre pasado en el polideportivo Simón Bolívar de Barcelona, un grupo de empleados activos de Vidrios de Venezuela Extra (Vivex) acordó solicitar oficialmente ante el Ministerio del Poder Popular para el Trabajo (Mintrass), que les restituyan su derecho a trabajar. El Secretario General Del sindicato, Jean Sabino, señalo que la actual toma de Vivex es apoyada por 320 de los 390 empleados que conforman la nómina. Añadió que alrededor de 55 trabajadores forman parte del personal administrativo, mientras que el resto son operarios y pertenecían al sindicato patronal Seudovivex.
**Obreros De Vivex Propondrán Constituir Un Consejo De Fábrica Para Dirigir La Planta: Marcos Guarique aseguró que seguirán adelante en sus planes de asumir el control general de la empresa. Indicó que durante la reunión sostenida este lunes entre los directivos del Sindicato de Trabajadores de Vivex (Sutravivex), el viceministro del Trabajeo, Abrahan Mussa y el coordinador regional del despacho ministerial, Alí Véliz, acordaron presentar una propuesta al Ejecutivo para la constitución de un consejo de fábrica.
**Trabajadores Solicitan Nacionalización De Vivex: Jean Sabino, secretario del sindicato Sutravivex, aseguró que los obreros del fabricante de vidrios pasarán a una fase que trasciende la lucha por reivindicaciones laborales. "Hemos decidido que ya debemos ir más allá, por una expropiación de la empresa, por una nacionalización y profundizar el control obrero", indicó.

domingo, 7 de diciembre de 2008

PCV y MEP respaldan sin dudas la enmienda, pero PPT la condiciona

Diario El Tiempo: La posibilidad de la reelección indefinida para el presidente Hugo Chávez es el tema de análisis dentro de la alianza patriótica.A pesar de las discusiones, ya la dirigencia regional del Partido Comunista de Venezuela (PCV) y del Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) dan apoyo irrestricto a la enmienda. Dentro del grupo, el Partido Patria Para Todos (PPT) mantiene sus condiciones.Liseth Sabino, secretaria pepetista y diputada del Consejo Legislativo Estadal, reiteró la postura acordaba esta semana en Caracas, en el pleno nacional: “La reelección es vista en PPT como un hecho democrático y que no debe ser privilegio de una persona”. Este martes, el PPT introducirá ante la Asamblea Nacional un documento donde argumenta que la reelección continua debe extenderse a todos los cargos de elección popular y que el pueblo decida hasta cuándo un funcionario debe estar en el poder. “Además se planteará el tema de seguridad social para amas de casa y transportistas”. Con ese principio, los pepetistas iniciarán la campaña: “Reelección para todos”.
Sin condiciones
La postura frente a la enmienda es totalmente distinta en el PCV y el MEP. Francisco Millán, secretario regional comunista, dijo que el buró nacional evaluó la propuesta presidencial desde su anuncio el pasado domingo y sin discusión será impulsada. “Vamos a apoyar que la reelección se dé para el presidente Chávez”. Lo que sí evalúan “aguas abajo”, con las bases, es si esa posibilidad de reelección debe extenderse a los cargos elegidos por el pueblo en las regiones y municipios. El MEP tampoco tiene dudas sobre la enmienda, según lo expresó su secretario regional, José Ponte.“No se trata de perpetuar a un líder. Es una necesidad histórica del proceso revolucionario, y se necesita que Hugo Chávez le dé vida”. Ambos partidos comenzaron las discusiones en las bases sobre las dudas de las propuestas, para salir a la calle a informar a la población.

sábado, 6 de diciembre de 2008

SOLIDARIDAD CON LOS COMUNISTAS DEL PERÚ

ESTRATEGIA FASCISTIZANTE CONTRA DIRIGENTES POLITICOS Y SOCIALES
Descubierto la corrupción del gobierno ultraliberal de García, arrinconado por las enérgicas y combativas luchas: Paro Nacional del 9 de julio, Moquegua, Tacna, Madre de Dios, la lucha por la reconstrucción de Ica , derrotado en su afán privatizador de las tierras, bosques y agua de las regiones de la selva y de las comunidades nativas; en suma, ante la incapacidad de atender las demandas del pueblo ha puesto en marcha un plan siniestro de carácter represivo a través de la Dirección Nacional contra el Terrorismo, la comparecencia de grado o fuerza contra Ollanta Humala y la orden de detención para:Renán Raffo Muñoz dirigente nacional del Partido Comunista Peruano, Alberto Moreno Secretario General del Partido Comunista del Perú Patria Roja, Olmedo Auris , Vicepresidente de la CGTP, Luis Benites dirigente nacional del Partido Pueblo Unido-UDP, Carlos Benavides, Jorge Jaime Cárdenas, Julio Céspedes, Yen Campos, Luis Marquina, Roger Tabeada y Felicita Cueva, dirigentes políticos y sociales de oposición al régimen.Todo ello, mientras el Premier Simón visitaba a las organizaciones políticas y gremiales confundiendo al pueblo y el Presidente García recibía a los representantes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico ofertando TLC y nuestro patrimonio con mayor libertad de mercado, frente a los gobernantes responsables de la crisis financiera y económica que endurecen políticas proteccionista a favor de las empresas trasnacionales.Alan García para mantener su gobierno al servicio de los ricos y de los corruptos aplica una estrategia fascistizante contra la oposición, asesinando dirigentes mineros, campesinos, deteniendo y persiguiendo a cientos de luchadores sociales como Héctor Mamio en Madre de Dios ,Efraín Yepes en el Cuzco , Roque Gonzales , dirigentes regionales :Tacna ,Moquegua, Valle Apurímac y el Ene.Campaña de división de los gremios y satanización de sus dirigentes, como Mario Huamán, Secretario General de la CGTP y líder de la Coordinadora Político Social. Este plan es con el objetivo de destruir y desacreditar a la izquierda y a la oposición social.Junto a esta campaña macartista, García y Simón han enviado el Proyecto de Ley Fascistizante al estilo de las peores dictaduras en nuestro país con el fin de desaparecer las Fundaciones, agrupaciones Políticas, empresariales, ONGS y Medios de comunicación sospechosos de atentar contra "…el orden público, las buenas costumbres o la Seguridad del Estado". El Partido Comunista Peruano condena al gobierno de Alan García por su política de criminalización,de asesinatos y persecución de los dirigentes de izquierda, nacionalistas, de oposición y exigimos el cese de esta política y el respeto al Estado de Derecho, a los derechos ciudadanos y laborales.Expresamos nuestro total respaldo y solidaridad a los compañeros que son víctimas de la acción represiva del gobierno. No nos detendrán en nuestra sed de justicia,de soberanía nacional y de construir una alternativa Democrática, Patriótica y Nacionalista con Equidadad y Justicia Social al servicio de las grandes mayorías.Llamamos a todas las fuerzas sociales del mundo a solidarizarse con nuestros compañeros víctimas de la represión y al pueblo peruano a movilizarse y pronunciarse repudiando la corrupción y el ultraliberalismo de García que descargará la crisis sobre las espaldas del pueblo Peruano.

¡VIVA LA UNIDAD Y LAS LUCHAS DEL PUEBLO! ¡ABAJO LA REPRESION!
Solidaridad con el Partido Comunista del Peru - Patria Roja
PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ-Patria Roja
A los partidos hermanos

Estimados camaradas
Reciban nuestro saludo revolucionario. Por la presente hacemos de su conocimiento que nuestro Partido viene siendo objeto de una perversa campaña de persecución por parte de la derecha y el gobierno de Alan García, lo que se ha puesto en evidencia en un informe de los servicios de inteligencia donde se dispone la detención de nuestro Secretario General, el camarada Alberto Moreno Rojas, junto a 5 de nuestros militantes y otros dirigentes de izquierda y de organizaciones gremiales. Esta persecución además está acompañada por una sistemática campaña mediática acusándonos falsamente de terroristas, con lo que se pretende justificar las medidas represivas.
La motivación de fondo de la derecha es bloquear el proceso unitario y la articulación de las fuerzas de izquierda, democráticas y nacionalistas, con posibilidades de tener un triunfo electoral en las próximas elecciones presidenciales del año 2011. Acusándonos de terroristas pretenden convencer que ellos defienden la democracia, sustituyendo de ese modo la contradicción entre cambio o continuismo neoliberal, que es la verdadera disyuntiva del Perú de hoy.
Esta campaña anticomunista y macartista va a continuar con mayor fuerza en los próximos meses. El gobierno se ha embarcado en un camino autoritario y cada día se muestra más agresivo y antidemocrático, recortando los derechos políticos y ciudadanos.
Por lo expuesto, les solicitamos difundir ampliamente estos atropellos y expresar su solidaridad con nuestro Partido, las organizaciones de izquierda y los gremios que vienen siendo perseguidos.
Perú, 03 de diciembre del 2008
Fraternalmente,
Buró Político del Comité CentralDel Partido Comunista del Perú – Patria Roja

CANTACLARO AL SERVICIO DE LA REVOLUCION

CARA DE VIDRIO: La Navidad Consume Hasta Morir